XXXI

Era el cumpleaños de Denise. Una noche de invierno en que la nieve que caía sobre París se convertía en barro. La gente se metía precipitadamente en las bocas de metro y caminaba apretando el paso. Los escaparates del Faubourg Saint-Honoré resplandecían. Se acercaba la Navidad.

Entré en una joyería; y vuelvo a ver al joyero. Tenía barba y llevaba gafas con cristales de color. Le compré una sortija a Denise. Cuando salí de la tienda, seguía nevando. Me entró miedo de que Denise no estuviera en donde habíamos quedado y pensé por primera vez que podíamos perdernos en aquella ciudad, entre todas aquellas sombras que caminaban con paso apresurado.

Y ya no me acuerdo de si aquella noche me llamaba Jimmy o Pedro, Stern o McEvoy.