Querido Guy: le agradezco su carta. Soy muy feliz en Niza. He vuelto a la antigua iglesia rusa de la calle de Longchamp donde me llevaba con frecuencia mi madre. Fue también por entonces cuando nació mi vocación por el tenis, viendo jugar al rey Gustavo de Suecia… En Niza, todas las esquinas me recuerdan mi infancia.
En la iglesia rusa que le he dicho hay una habitación que rodean estanterías con puertas de cristal. En el centro de la habitación, una mesa grande, que parece una mesa de billar, y sillones antiguos. Allí acudía mi abuela todos los miércoles a sacar unos cuantos libros y yo siempre iba con ella.
Los libros son de finales del siglo XIX. Por lo demás, el lugar conserva el encanto de los gabinetes de lectura de aquella época. Me paso allí largas horas leyendo en ruso, que se me había olvidado un poco.
La iglesia la flanquea un jardín umbroso, con palmeras altas y eucaliptos. Entre esa vegetación tropical crece un abedul de tronco plateado. Supongo que lo plantaron ahí para que recordemos nuestra lejana Rusia.
¿He de decirle, mi querido Guy, que he presentado mi candidatura al puesto de bibliotecario? Si la cosa va adelante, como espero, estaré encantado de recibirlo en uno de los lugares de mi infancia.
Tras muchas vicisitudes (no me he atrevido a decirle al sacerdote que ejercí la profesión de detective privado), he regresado a los orígenes.
Tenía usted razón cuando me decía que, en la vida, lo que cuenta no es el porvenir, sino el pasado.
En cuanto a lo que me pregunta, creo que el mejor sistema es dirigirse al servicio: «En interés de las familias». Así que acabo de escribir a De Swert, que me parece que cuenta con medios para responder a sus preguntas. No tardará en enviarle información.
Afectuosamente,
Hutte
P. S. En lo referido al llamado «Oleg de Wrédé», a quien hasta ahora no habíamos podido identificar, le comunico una buena noticia: en el correo siguiente recibirá usted una carta que le dará información. Es que he estado haciendo preguntas, por si acaso, a unos cuantos miembros, ya mayores, de la colonia rusa de Niza, pues me pareció que «Wrédé» sonaba a ruso —o a báltico— y, afortunadamente, he dado con una tal señora Kahan, a quien ese nombre le ha traído algunos recuerdos. Malos recuerdos, por cierto, que prefería borrar de la memoria, pero me ha prometido escribirle para decirle cuanto sepa.