Hubo una segunda explosión, pero más lejos. Sentí que Amelia se ponía rígida en mis brazos; se volvió hacia mí con dificultad.
—¿Qué infierno es éste? —dijo.
—No lo sé.
A cierta distancia, alguien dejó escapar un grito espantoso, y como si hubiera sido una señal, otras dos voces le hicieron eco. De nuevo se oyó una explosión más fuerte que las otras dos. Se rompieron más cristales y más astillas cayeron sobre el piso.
Un fragmento cayó dentro de la Máquina del Tiempo, a menos de quince centímetros de mi pie.
Gradualmente, a medida que nuestros oídos se adaptaban al confuso estrépito que nos rodeaba, un sonido en particular se destacó entre los demás: un bramido profundo, que se agudizaba como la sirena de una fábrica y luego se mantenía ululando en la nota más alta. Ahogó por un momento el crujir de la madera y los gritos de los hombres. El ruido de la sirena se fue perdiendo pero luego se repitió.
—¡Edward! —La cara de Amelia estaba blanca como la nieve, y su voz se había convertido en un murmullo agudo—. ¿Qué está pasando?
—No tengo idea. Debemos irnos. ¡Toma los controles!
—No sé cómo hacerlo. Tenemos que esperar que el mecanismo de regreso automático funcione.
—¿Cuánto tiempo hemos permanecido aquí?
Antes de que ella me contestara hubo otra violenta explosión.
—Sujétate —dije—. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Hemos caído en medio de una guerra.
—Pero el mundo está en paz.
—En nuestra época, sí.
Me preguntaba cuánto hacía que esperábamos en este infierno de 1903. No pasaría mucho tiempo antes de que el mecanismo de regreso automático nos llevara de vuelta, a través de la seguridad de la atenuación, hasta nuestra época de paz y felicidad.
Amelia había vuelto la cabeza, de modo que ahora la tenía hundida en mi hombro, y su cuerpo se movía incómodo en el asiento. Yo la abrazaba tratando de hacer lo que podía para calmarla en medio de ese pandemónium de terror.
Miré todo el laboratorio, y vi el extraño cambio que había sufrido desde la primera vez que lo vi: había escombros por todas partes, y polvo y suciedad sobre todo, a excepción de la Máquina del Tiempo en sí.
De pronto, vi un movimiento del otro lado de las paredes del laboratorio, y al mirar en esa dirección observé que alguien corría con desesperación a través del jardín hacia la casa. Conforme la figura se acercaba vi que se trataba de una mujer. Llegó justo hasta la pared, y apoyó la cara contra el cristal. Detrás de ella vi otra figura que también corría.
—¡Amelia… mira! —exclamé.
—¿Qué pasa?
—¡Mira allá!
Se volvió para mirar a las dos figuras, pero justo en ese momento sucedieron dos cosas al mismo tiempo: una terrible explosión seguida de una llamarada que atravesó el parque y consumió a la mujer… y una sacudida violenta de la Máquina del Tiempo. El silencio de la atenuación nos envolvió, el laboratorio apareció intacto y por encima de nuestras cabezas se inició al revés la procesión de días y noches.
Amelia siguió incómodamente vuelta hacia mí y se echó a llorar con lágrimas de alivio, y yo continué abrazándola en silencio.
Cuando se calmó, preguntó:
—¿Qué veías justo antes de regresar?
—Nada —mentí. Mis ojos me engañaron.
No podía describirle de ninguna manera la mujer que había visto. Parecía un animal salvaje: el cabello enmarañado y desordenado, el rostro desfigurado por la sangre, la ropa desgarrada que revelaba su desnudez. Tampoco sabía cómo decir lo que para mí era el mayor de todos los horrores.
Había reconocido en esa mujer a Amelia, en sus últimos momentos antes de morir en medio de la infernal guerra de 1903.
No podía hablar de eso, ni siquiera podía creer lo que había visto. Pero así era; el futuro era real, y ése era el verdadero destino de Amelia. El vigésimo segundo día del mes de junio de 1903, el fuego la consumiría en los jardines de la casa de Sir William.
La joven estaba acurrucada en mis brazos y yo todavía podía sentirla temblando. ¡Yo no podía permitir que el destino se cumpliera!
Así fue que, sin darme cuenta de lo precipitado de mi proceder, me dispuse a alterar el destino. ¡La Máquina del Tiempo nos llevaría ahora más lejos en el futuro, más allá de ese terrible día!