I

Durante la semana que siguió a mi prematuro regreso de Skipton, fui en viaje de negocios a Nottingham. Allí me dediqué a mi trabajo a tal punto que compensé adecuadamente las pocas ventas realizadas en Skipton. En la noche del sábado, cuando regresé a mi alojamiento de Regent’s Park, el incidente se había reducido a sólo un recuerdo lamentable. Sin embargo, esta afirmación no es del todo exacta, pues a pesar de las consecuencias, conocer a Amelia había sido una experiencia renovadora. Pensaba que no debía abrigar esperanzas de verla otra vez, pero sí sentía la necesidad de disculparme.

Como debía haberlo supuesto, sin embargo, el paso siguiente lo dio Amelia, pues aquel sábado por la noche me esperaba una carta con el sello postal de Richmond.

La mayor parte de la carta estaba escrita a máquina y sólo decía que Sir William se había enterado del accesorio para viajar en automóvil, del cual yo había hecho una demostración, y que el científico había expresado su deseo de conocerme. Por lo tanto, se me invitaba a tomar el té en su casa el domingo 21 de mayo. Sir William tendría sumo placer en conversar conmigo luego del té. La carta estaba firmada: «A. Fitzgibbon».

Debajo de este mensaje principal, Amelia había agregado una posdata manuscrita:

Sir William suele estar ocupado en su laboratorio durante la mayor parte del día, de modo que ¿podrías tratar de llegar a eso de las dos de la tarde? Como ahora el tiempo está tan agradable pensé que tú y yo podríamos divertirnos paseando en bicicleta por Richmond Park.

Amelia

No me tomó mucho tiempo decidirme. De hecho, a los pocos minutos ya había escrito aceptando la invitación y antes de que pasara una hora había enviado mi respuesta por correo. Me hacía muy feliz que me invitaran a tomar el té.