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¿Vas con mujeres?…

Cuando concluye, Kurt la llama y dice: Tienes razón. ¿En qué?, ¿en que sólo me quieres para joder? Kurt calla. Ella llora, y cuelga. Kurt querría explicarle que tiene razón, no en que él la quiera para eso, sino en sentirlo así, y en culparle a él de haber infundido en ella ese sentimiento. Kurt ve ahora la historia como un solo plano, y en él se ve reflejado con su nombre, Kurt, y también con el de cuantos, teniendo el poder de hacerlo, han ido definiendo a la mujer. Pero ¿quién es él para estar fuera del relato? La llama otra vez y no le dice lo que querría, sino esto: Te deseo y quiero joder contigo, es verdad que eso es lo primero, pero también te amo. No sólo eres para mí un trozo de carne, aunque lo seas, y por cierto muy bello. Ella ahora calla. Luego regresa a la dulzura. ¿De verdad me amas, aunque sea sólo un poco?, le pregunta. El pobre Nietzsche, piensa Kurt, no sabía de mujeres. Escribió aquello de «¿Vas con mujeres?, no olvides el látigo», ignorante de que ellas lo tienen siempre a mano. Sólo hay que acercárselo.