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Parte final de guerra

Kurt se siente atado a la mujer a la que ama por los nudos de los olores. Sabe de ella todo, de cada uno de sus rincones, y el tacto o la vista no es lo que cuenta. Pero cuanto más sabe más quiere saber, y fuera de su atmósfera, de la gama de pequeños aromas de su proximidad, siente que se ahoga: le falta el aire. Ha intentado romper esa dependencia tratando con otras mujeres, pero en vano. En ellas, junto a olores que le atraen, hay siempre alguno que le repele, o una ausencia de olor donde debía haberlo, que convierte en carne muerta aquel cuerpo y le hace apartarse de él. Husmea entonces en el pasado y olisquea el recuerdo que le queda de otras, buscando en ellas algo semejante, para no sentirse atado a un solo cuerpo, preso de él, cautivo. No lo logra. Al cabo de mucho tiempo ella ha acabado invadiendo todas sus terminales sensitivas. Kurt se siente ahora territorio ocupado, y necesita cada instante la presencia del invasor.