87

Vidas separadas

Mientras lo mira con unos ojillos que el tiempo ha ido achicando, y en los que su rostro se hunde, la mujer pide a Kurt que se sincere. Han sido muchos años de miradas encontradas, por las que tal vez circuló un día algún calor. La mera costumbre de cruzarse va tendiendo cables, gestos en los ojos, actitudes, disimulos, pensamientos. ¿Llegaron alguna vez a la obscenidad? Kurt cree que no. Pero ahora, en nombre de un pasado que no ha existido, ella pide cuentas, explicación de lo que hubo o no hubo en él. La mira con atención. Se ha preparado sin duda para el encuentro, ha estudiado y discutido consigo misma cada detalle. Tal vez haya construido una sólida fantasía, o esta ocupe la hora gris de muchas tardes, y, cuando le habla, ella lo haga con la familiaridad de las viejas pasiones compartidas. Pero Kurt la ve consumida, no por el tiempo, sino por el tiempo perdido: no descubre en ella una sola herida, cicatriz o vestigio de haber tomado riesgos y sido derrotada. Ahora es ya muy tarde para la osadía.