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Crisis

Kurt se pregunta acerca de la respuesta sexual de la mujer a la que ama. Antes ella trepaba varias veces a la cumbre del goce, y, ahora que la relación es más plena, hay largas estadías en las altas regiones del placer, pero sólo una vez llega a la cima. Tal vez ella presienta la paradoja, y, como Kurt, no se la explique. En una cápsula de clarividencia durante un encuentro, llega esta idea a Kurt: el sexo se ha dulcificado en ella por el amor, o, usando un código implícito suyo, se ha santificado. La ciénaga, el barrizal, la cuba de estiércol, son ahora una charca algo turbia con agua de primavera, que un día puede llegar a ser un lago alpino, de aguas transparentes y refulgente al sol. Pero ¿serán también gélidas esas aguas? Kurt se imagina junto a su amada, aprisionados los dos en bloques de hielo, puros y hermosos, eternos e incorruptos. Tiene un escalofrío, y se pone a buscar en sus sótanos algo sucio y vil para el próximo encuentro, algo bajo, propio de Pan, no de un enamorado.