Ocaso de la teología
Kurt gusta, con ella, de utilizar metáforas físicas. Anuncia a la mujer, por ejemplo, que aquella tarde quiere sacarle del cuerpo todos los orgasmos que lleva dentro (como si fueran piedras del riñón). Luego le dirá que su coño es el centro del universo, el gran agujero negro, en el que quiere enterrarse para llegar al fondo de las cosas. Ella le reprocha que sólo vea la parte más física de la relación, y no conceda valor a la pura dicha de estar juntos. Pero, conforme avanza el encuentro, el lenguaje de ella se va pudriendo, hasta hacerse vulgar y grosero cerca del final. Él, en cambio, siempre pronuncia esta palabra cuando llega a lo más alto: Dios. Kurt bromea luego, y le dice que, con verborrea tan soez, no puede aspirar a que el goce llegue a ella como un descenso del Espíritu Santo en forma de paloma, sino como Satanás, que la trepa bajo especie de sapo. Veo a los dos en ese momento, responde ella. Y veo que no son dos, añade tras un corto silencio.