Nudo gordiano
Eres la persona adecuada para que no me sienta cómoda, le dice ella mientras se hunden en el placer. Kurt queda sorprendido. Pero es lo que busco, añade ella. Le cuenta luego que hasta ahora sus encuentros estaban rodeados de amor, o al menos de ternura. Un viejo asunto, cuando de niña fue llevada al sexo por hombres mayores, le lleva a buscar un bálsamo de afectos, y sólo en medio de él llega al placer. Ahora quiere dar otro paso, y busca el sexo en estado libre, puro, exento. Esa es la incomodidad que encuentra en Kurt, al que ve frío, distante, áspero, y a quien no ama. Sin embargo, tras larga brega, Kurt no logra llevarla al orgasmo. Lo ronda, pero hay un punto en que ella se retrae, lo impide. Prueba a someterla por la fuerza, pero tampoco. Después de varios encuentros, Kurt está confuso: no busca ya el placer, sino esa frontera en la que, al cruzarla, se desatarán en la mujer nudos muy antiguos, imágenes perdidas, energías embolsadas en capas profundas. Querría ser ella en tal momento, pero, si esto no es posible, al menos ser testigo.