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Juegos de palabras

Tras haber hecho el amor, a la mujer que está con Kurt le gusta hablar. Él se siente bien: ha cumplido un destino más o menos cósmico, percibe la lucidez en el cerebro, y ella, mientras escucha, lo mira reinada todavía por el fervor hacia quien la ha subido muy alto. Se forma entre los dos una burbuja, con el calor, la humedad y los olores del encuentro en el aire, y sin electricidad en el ambiente. Entonces las palabras salen fácilmente de la boca, llegan a la mujer sin interferencia alguna, sin rebotes, equívocos, tropiezos, sin instinto homicida, como proyectiles sin espoleta. Kurt habla de cualquier cosa, con toda impunidad e inmunidad. Hoy le explica a la mujer su propia cartografía, la de ella, cómo se cruzan en su cuerpo todas las corrientes del universo, que se van decantando en dos grandes fuerzas, una de atracción y otra de repulsión (centrípeta y centrífuga) respecto del cono. En el punto neutro, en un equilibrio inestable, que en todo momento puede romperse, se acumulan los materiales, como en la franja en que hacen la paz el río y el mar, en una desembocadura. A esa escollera llamamos «mujer». Ella asiente y sonríe, con la astucia con que la hembra mira siempre al macho.