Bacante
Había conocido a aquella mujer cuando ella era muy delgada, joven, sugerente y virgen. Entonces no llegaron a hacerlo. Años después, como ocurre siempre, se la tropieza de nuevo. Todavía es joven, pero ha engordado, su aspecto es zafio y los modales un tanto expeditivos. Kurt le propone sin más hacer el amor, tal vez porque no sabe qué otra cosa decirle, o por dejar cerrado un expediente, y al poco están en la cama. Todo se desarrolla peor aún de lo esperado: la ordinariez en las palabras de ella es sólo vulgar, ni siquiera procaz, sin estilo alguno, como si el amor mecánico y directo fuera seña de madurez para dejar atrás a la sutil virgen que fue. Cuando Kurt sale de su cuerpo ella se levanta y corre desnuda al baño, dando grotescos saltos, con la mano puesta bajo el coño para que no caiga al suelo el semen. Kurt llega a sentir bochorno, pero la imagen que desde entonces queda de ella en su recuerdo, y le excita, hasta desear volver a verla, es esa.