Nuestros extraños inquilinos
¿Disfrutaban algunas mujeres si las llamaban zorras, antes de que literatura y cine hicieran de ello un episodio clásico? Eso está pensando Kurt, en un instante muy corto, cuando ella le dice: Soy tu puta, soy tu zorra. ¿Lo soy?, insiste, si lo soy dímelo. Kurt lo hace entonces, lo mejor que puede. Pero ella pide más. ¿Por qué soy tu puta?, pregunta, ¿qué sientes?, ¿qué quieres hacerme?, ¿qué quieres que te haga? Kurt va respondiendo a sus preguntas, en el lenguaje más soez de que es capaz. Cuando la obscenidad llega a la cima, rompen en ella los diques del orgasmo. Kurt piensa que en uno de los fondos de cualquier mujer vive una prostituta, en el ala contraria de la virgen que también vive en ella. ¿Y en la mente del hombre?, ¿hay también en su imagen de la amada una virgen y una puta? ¿La querría virgen y de nadie, y puta y de todos? En esto la mujer, que no ha callado tras el orgasmo, acaba de soltar una carcajada, libre y rahez. Kurt sólo recuerda haber oído reír así a una puta.