65

Boceto para encíclica

Se la ha cruzado en la escalera muchas veces. Una niña que se fue espigando, y camina algo encorvada. Tal vez sospecha que no tiene fuerza aún para ocupar todo el espacio que el tamaño de su cuerpo pide. Se encuentran en la puerta y vacilan sobre quién pasa antes. La invita a hacerlo, y la joven sonríe. Kurt ve en su gesto algo que antes no había. Se pregunta el qué, y al poco lo descubre: la imagina empujando a un primer hijo en el cochecito. Ocurrirá en un tiempo, pero el gesto ya está en ella. La idea despierta en Kurt un sentimiento denso, bello, poderoso, y le invade una fuerza, que no sabe bien si viene de fuera o nace dentro, y le excita. Kurt desea poseerla, pero el placer que le ha endurecido la polla no termina en él, sino que busca cumplir en ella ese designio: ver cómo el vientre le engorda y rompe poco a poco sus hechuras. Piensa entonces, contra lo que cree y predica, que el sexo tiene un fin, y sin él un día acabará, como un río sin mar, o un árbol sin sol. Kurt está sudando, tras ese inesperado tropezón moral.