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La fuerza del libreto

La mujer está llena de pasión, decide que no hay razón para frenarla, le mira con ojos perdidos, desliza su mano de la mejilla de él al cuello, lo aprieta contra sí y dice: Te quiero. Kurt desea poseerla, pero le choca ese amor tan repentino: acaba de conocerla. Van cumpliendo los pasos, uno a uno, y por su orden justo: beso largo, gemidos, succión de pechos, montura, penetración, cabeza atrás (de ella), arrebato, orgasmo, etc. A Kurt le parece estar viendo los planos de una escena en el cine. De vez en cuando ella se muestra poseída, como fuera de sí. A ratos salen de sus ojos brillos o rayos como de amor. Al moverse en la cama lo hace sin gestos bruscos, tal si levitara, o el amor fuera un ballet. Kurt sabe que el sexo es la más poderosa regresión, que lleva al fondo de la especie, al aullido primordial, y la cultura del amor, con literatura, expresión corporal y escenografía (que cristalizan en conducta), una mediación entre el hombre y su animal, para que puedan convivir. Pero una farsa tan mal interpretada resulta insoportable.