La señal
Kurt ve en los ojos de la mujer el mensaje inequívoco. No sabría definir ese mensaje, o tal vez no lo sea, sino la retirada de los disimulos: se deja de fingir. Kurt piensa que comportamiento y compostura encubren, con disfraces sucesivos, la fuerza vital de hombre y mujer. La coquetería, incluso, es una forma banal y vaciada de energía del cortejo sexual (un simulacro). Aunque a veces bajo ella aliente todo el espíritu de Dioniso, que no se deja domeñar, la coquetería es encubrimiento, disimulo, defensa. No es en estos juegos, sino fuera de ellos, cuando de pronto aflora la mirada que lo dice todo. Bastan décimas de segundo de parada en el cruce de los ojos, o una forma oblicua de mirar, o una sincronía sutil entre movimiento de los ojos y gesto de la boca, para que el mensaje surja.
Entonces entran en juego otras fuerzas, que están dentro y fuera de los cuerpos, con su energía y secreciones, una segunda realidad, con distintas leyes, el otro mundo para cuya conjuración existe el orden, el reino de Dioniso. Kurt lo está viendo en los ojos de la mujer.