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¿Cuánto me quieres?

Un día ella pregunta a Kurt si accederá a un capricho suyo. Responde que sí, y ella le dice que quiere medir su polla, en erección y en decaimiento. Lo ha dicho en tono de juego, pero Kurt sabe, por un mínimo temblor detrás de su sonrisa abierta, que es algo más, y que ha pensado mucho en ello. A Kurt le fascina someterse a sus fantasías, a través de las que le va haciendo más suyo, y él a ella. En el siguiente encuentro la mujer va provista de un metro de costura, y hace la medición, discutiendo si es más fiel desde la base del tallo, por delante, o desde el centro de los testículos, por detrás. Kurt no sabe si lo habrá hecho a otros, y no adivina cuál es el móvil último de la prueba, ni si ella misma lo sabe. Una conjetura es esta: la diferencia entre las dos mediciones dará la pasión que siente por ella, como si la polla erecta fuera de extensión variable, algo así como el artefacto de feria que, golpeado con una maza, lanza el peso a la altura que expresa la fuerza del concursante.