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Nada es perfecto

Superada la curiosidad, un periodo mágico pero efímero, llega el tiempo de los juegos, a través del cual los amantes van construyendo los perfiles de uno y otro (son siempre rasgos que ellos mismos se atribuyen: no estaban antes). Kurt pide a la mujer que elija lo que desea, y, para facilitar, le propone una combinatoria con tres opciones verticales y tres horizontales. Las verticales son A (ano), B (boca) y C (coño), y las verticales, D (dedo), E (lengua) y F (falo). Posturas aparte, el amor es siempre el cruce de una concavidad y una convexidad de las descritas, de donde salen nueve opciones. Kurt ha construido un dado con las seis letras y propone jugar. Ella se asusta, o finge hacerlo, y para ganar tiempo arguye que no todo está en orden, pues lengua no empieza por E. Entonces Kurt sugiere que se elimine la lengua del juego, y ella, tras unos instantes, en los que pasan las escenas detrás de sus ojos, responde, mientras toma el dado, que no hay por qué caer en ese nominalismo.