El eterno femenino
Inesperadamente, Kurt pregunta a la mujer si ha tenido experiencias sexuales con otras mujeres. Ella responde que no, en los hechos, pero sí en las fantasías. Le explica que desde hace mucho no se reprime nunca en las fantasías, y carece de tabúes en ellas. Esa confesión abre un nuevo camino en la conversación. ¿Sólo con hombres y mujeres? Ella le mira un instante. Alguna vez con animales, en cierto modo, responde. ¿Qué animales? Es animal y no lo es, contesta. Descríbelo, por favor. Ella lo hace: grande, rugiente, peludo, casi humano pero sin serlo, brutal, con largos colmillos, presto a morder. Kurt se emociona como si estuviera ante un hallazgo. En la libre fantasía, abierta, sin troncos de árboles donde esconderse, aparece el eterno animal. ¿Es Pan, el Hombre Lobo, Drácula, King Kong, el Yeti, Tarzán incluso? Tarzán no, desde luego, piensa Kurt, esa es una versión edulcorada y victoriana del mito, ya bajo forma humana. ¿Es tal vez el demonio una mera abstracción de ese ser? En cualquier caso, ese animal está dentro, y no se puede avanzar por la geografía de la mujer sin contar con él. Sea como enemigo o como aliado.