El mito guarda la era
Kurt piensa que el feminismo es el único cambio verdadero en nuestra cultura, desde que damos ese nombre a lo que se lo damos. El Génesis es un compendio de cultura patriarcal, y ese es el origen convencional del discurso, esto es, de las cosas que existen. Pero la idea de la mujer emancipada ocupa unas pocas células en la más reciente lámina del córtex. Eso piensa mientras asiste, con repugnancia moral y placer estético, a una corrida de toros, paradigma del ser colectivo, no sólo el nuestro, sino el de todo Occidente, razón por la que fascina también a otros. Kurt anota al respecto lo siguiente: el ritmo y la cadencia del sexo, máximo 6 toros (heroico), duración dos a tres horas. Capotazos previos (cortejo amoroso), picador (penetración), banderillas (juegos duros subsiguientes), muleta (reiteración de series de penetración, con variación de estilos), estocada (orgasmo, a veces de difícil logro), vuelta al ruedo (o pitos), arrastre de restos al vertedero, etc. Al propio tiempo un doble cruce: el toro, símbolo fálico, y el torero, vestido con el ornato de una mujer: he ahí la fascinante ambigüedad. ¿Cuánto tardará en formar su propia simbólica y mítica la nueva cultura feminista?