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Elevadas razones

Ella interrumpe la conversación, se queda mirando a Kurt con ojos inquisidores y la boca apretada para evitar cualquier sonrisa, y le dice: ¿Por qué lo haces? Se refiere a la inveterada propensión de él a conocer mujeres. Kurt mira hacia lo que tiene enfrente —un paisaje grandioso, lleno de árboles, campos y verticalidades, a punto de ser presa de la niebla de la tarde— y tarda algo en contestar, porque quiere ser sincero, pero no más de lo que es consigo mismo. Responde, al fin, que lo que ha buscado siempre en las mujeres es la parte interior de las personas, que no es siquiera lo que está debajo de lo aparente (compostura, atuendo, gestos, moral, formas, piel), sino, comenzando desde otro lugar, aquello de lo que lo aparente es el reverso. Kurt le explica que no habla del espíritu ni del cuerpo, sino de ambos, y no como cosas distintas, sino la misma, igual que la palabra humor es tanto estado de ánimo como secreción. Durante un tiempo no muy largo, le dice, somos los ojos de la realidad, que se mira y piensa a través de nosotros; ¿tenemos derecho a conformarnos con lo que queda al alcance de la vista?; cumplamos a fondo la misión.