Sutilezas masculinas
En una clásica conversación sobre mujeres, con un buen amigo, desgranando con delectación toda la retórica machista propia del género, llegan a la socorrida metáfora de la caza, la cacería, el cazador. Kurt aprovecha para incorporar alguna idea al acervo recibido por tradición. Explica que en esta modalidad no hay coto vedado, ni especie, y ninguna norma ética impide codiciar a la mujer del amigo, el pariente, el socio, y dar cuenta de ella. El amigo de Kurt asiente, pero no está cómodo. ¿Crees que no hay ningún límite?, pregunta. Sólo las leyes de la caza, responde Kurt. ¿Cuáles son esas leyes? No actuar nunca sobre pieza que no pueda defenderse: el pájaro en la rama, el animal herido, la pieza paralizada por el frío, en día de helada, o con trampas. Esta es una práctica de furtivos, pero no de villanos. No olvides que la cinegética es también una ética, concluye. ¿Y si es ella la que caza?, pregunta a Kurt su amigo. Ella no se plantea estos problemas de reglas, responde Kurt. Por tanto, nunca las infringe. Ella elige pieza y caza.