La fuerza de los ritos
La divulgación periodística de las costumbres sexuales de Graham Greene (con una de sus amantes, esposa de un aristócrata, recorría las iglesias de Italia fornicando tras el altar) ha provocado en miles de hombres y mujeres una reacción imitativa, hasta el punto de que ya no es fácil recorrer la girola de un templo frecuentado sin tropezar con una nueva experiencia. La propuesta de alguna fórmula imaginativa ha servido incluso como pretexto para que la pusieran en práctica personas que no tenían relación íntima anterior. En el caso de Kurt con su amante, la secuencia, en sus variantes, no fue en cambio premeditada: hacen el amor contra una columna románica, pero, por precaución, Kurt no eyacula dentro de la mujer. Ella recibe en su mano el semen, lo lleva en ella (por puro civismo) con el puño cerrado, lo sacude cerca de una imagen (como un hisopo) y lava la mano (por higiene) en una pila de agua bendita. Después de hacerlo, instintivamente, se persigna.