El cofre del tesoro
Kurt piensa que una mujer ha perdido irremisiblemente su atractivo cuando se relaja el resorte de cierre de sus piernas: esas mujeres que, en bañador a veces, las abren francamente, como si no hubiera nada que guardar en ellas. No vale la excusa de los muchos partos, o de los ya incontables coitos, ni de la confianza en que otros saberes, a la hora de la verdad más convincentes, hacen banal la compostura. Baste sólo un respeto a la morfología: si es un lugar oculto entre muslos y nalgas, celado por el vello, hundido en la pendiente y condenado a sombra, déjese así. Ese resorte, o muelle de cierre, garantiza el juego previo, y, ya liberado el coño, la presura del pene: he ahí los mensajes. La mujer que abre las piernas sin fundamento, o ha olvidado el sexo, o conoce sus estancias profundas, tanto que desprecia la antesala. Pero Kurt piensa que en la vida social todo lo evidente es una ofensa. Y, además, la imagen de un fleje sin vigor es, aun como metáfora, un mal servicio al sexo del hombre.