Felizmente se habían grabado en mi memoria, fijándose indelebles en mi imaginación, no solamente la imagen viva de la noble figura de mi padre, a pesar del largo tiempo transcurrido, sino que perenne también el recuerdo de todos los dichos y hechos que repetidas veces en mi infancia le oí contar; pareciéndome en mi ilusión que aún oía el sonido de su voz y sentía fijarse en mí el sorprendente brillo de su expresiva mirada.

SABINA DE ALVEAR Y WARD, Historia de D. Diego de Alvear

Madrid, 11 de mayo de 1891