¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!

Con el desvanecerse de la luz,

cuando ya el consuelo del rocío

se filtra en la tierra,

invisible, inaudible

—pues delicado calzado lleva

el consolador rocío, como todo dulce consuelo—

entonces recuerdas, tú recuerdas, ardiente corazón

cuan sediento estuviste

de lágrimas celestes y gotas de rocío,

abrasado, cansado, sediento,

mientras en sendas de amarilla greda

miradas malignas del sol crepuscular

a través de la negra arboladura en torno a ti corrían,

deslumbrantes, maliciosas, abrasadoras miradas del sol.

«¿Tú el pretendiente de la verdad?» —así se burlaban—.

«¡No! ¡Sólo un poeta!

un animal astuto, saqueador, rastrero,

que ha de mentir,

que premeditadamente, intencionadamente

ha de mentir,

multicolor enmascarado,

máscara para sí mismo,

presa de sí mismo,

¿es eso el pretendiente de la verdad?…

¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!

solamente un multicolor hablar,

hablar polícromo de enmascarado bufón,

que trepa por mendaces puentes de palabras,

sobre un arcoiris de mentiras

entre falsos cielos

deslizándose y divagando.

¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!…

¿Es eso el pretendiente de la verdad?…

No inmóvil, rígido, liso, frío,

trocado en estatua,

pilar de dios;

no erigido ante templos,

atalaya de dios;

¡no! Hostil eres a tales ejemplos de virtud,

más recogido te hallas en el desierto que en los templos,

audaz como los gatos

saltas por todas las ventanas

¡husch! y en toda oportunidad,

husmeas toda selva virgen,

tú que por selvas vírgenes

entre fieras de polícromos pelajes

pecadoramente sano y bello y multicolor corrías,

con lascivos belfos,

feliz con el escarnio, feliz en el infierno, feliz y sanguinario

furtivo, ladrón, mentiroso corrías…

O semejante al águila

que fija su mirada largamente en los abismos,

en sus abismos…

—¡oh, girar como ella hacia abajo,

hacia el fondo, hacia adentro,

hacia profundidades más profundas cada vez!—

Entonces,

súbitamente,

en vuelo vertical,

trazo precipitado,

caer sobre corderos,

hacia abajo, voraz,

ávido de corderos,

odiando toda alma de cordero,

odiando furiosamente todo lo que parezca

virtuoso, borreguil, de lana rizada,

necio, con leche de oveja satisfecho…

Así,

aguileños, leopardinos,

son los anhelos del poeta,

son tus anhelos entre miles de máscaras,

¡tú, loco!, ¡tú, poeta!…

Tú que consideras al hombre

tanto dios como oveja—,

desgarrar al dios en el hombre

como a la oveja en el hombre

y desgarrando reír—

¡ésa, ésa es tu felicidad!

¡felicidad de leopardo y águila,

felicidad de loco y de poeta!»…

Con el desvanecerse de la luz,

mientras la hoz de la luna

se desliza verde y envidiosa

entre rojos purpúreos,

—hostil al día,

segando a cada paso

las guirnaldas de rosas

con sigilo, hasta que se hunden,

pálidas, en el seno nocturno:

así caí yo mismo alguna vez

desde mi desvarío de verdad,

desde mis días afanosos,

del día cansado, enfermo de luz,

—caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras,

abrasado y sediento

de una verdad.

—¿recuerdas aún, recuerdas tú, ardiente corazón

cuan sediento estuviste?—

¡sea yo desterrado

de toda verdad!

¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!…