AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento y aprecio a Daniel Kian McKiernan, sin cuya ayuda nunca habría conseguido la transcripción del griego antiguo, aquí utilizado como lengua mágica; al doctor John Barr, cuyo asesoramiento en materia de trineos y perros de tiro resultó inestimable; a Al Sarrantonio, que me salvó del sentimentalismo; a Pat LoBrutto, que impulsó una carrera; a Janna Silverstein por plantar una semilla; a John Silbersack por su confianza, y a Jonathan Matson, capaz de mover montañas.

Y al jefe Seattle y a todos los demás que crearon las palabras de los elfos.