Cantar por ansias

—Yo sólo les prometí llevarles hasta el siguiente poblado, negó el ciego, a donde voy a enterrar a dos de mis hijos que se me murieron de cólico miserere. Nunca les he visto antes.

Le dejaron seguir su camino. Al viejo cascafrenos le soltaron en su pueblo sin nombre, entre burlas y congojas del cura, el barbero, el bachiller y la sobrina, pues todos conocían las locuras del señor Quijano, pero al muchacho le pusieron cadena al cuello y esposas a las manos y lo ensartaron a la cuerda. El capitán de la guardia le dijo a un subalterno:

—¿Miraste bien? Ese mozo tiene una cruz en la espalda y seis dedos en cada pie…

—Pues que no entiendo nada…

—¿No recuerdas hace ya veinte años casi, cuando servíamos en la guardia del alcázar?

—Nada, lo que se dice pues nada…

—El Señor dio órdenes: pónganse trampas para lobos en toda la comarca, y los sábados salgamos a cazar a las bestias, y a la loba que encuentren denle pronta muerte, o a cualquier niño con estos mismos signos de la cruz y los pies, no averigüen nada, pronta muerte, ¿no recuerdas?

—Como crondiós que no, hace tanto de eso…

Que cantara por ansias, le dijeron en las mazmorras de Tordesillas, le taparon el rostro con un paño que le cubrió las narices, impidiéndole respirar, y así le echaron el agua a chorros a través del paño, que se hundía hasta lo más profundo de la garganta, habla, ¿quién eres?, más te vale hablar, infeliz, que de todas maneras tu muerte está ordenada desde hace veinte años, y nadie ha de preguntar por ti, habla, ¿quién eres?, y yo que me ahogo, me ahogo, me ahogo…