La señora de las mariposas

Mas no sucedió así, sino que una noche unas manos color canela y unas largas uñas negras apartaron los cueros de venado de la enramada y a ella penetró una mujer extrañamente hermosa, con los labios pintados de mil colores y una corona de mariposas de luz, quien le dijo:

—Tu vida peligra. Desde hace días se han reunido alrededor de las fogatas para deliberar. Han decidido ofrecerte en sacrificio. Toma este cuchillo. Ven conmigo. Ahora duermen.

Y entre los dos degollaron esa noche a todos los habitantes del pueblo de la selva. Después se amaron. Al amanecer, ella le dijo:

—Tu destino en esta tierra tiene veinticinco días. Veinte los recordarás, porque durante ellos habrás actuado. Cinco los olvidarás, porque son los días enmascarados que apartarás de tu destino para salvarlos de tu muerte.

—Y al cabo de esas jornadas, ¿qué me pasará?

—Te esperaré en la cima de la pirámide, junto al volcán.

—¿Volveré a verte? ¿Volveré a dormir contigo?

—Te lo prometo. Lo tendrás todo durante un año. Me tendrás a mí todas las noches.

—Sólo un año… ¿Y luego?

La señora de las mariposas no le contestó.