—No, masculló el mago. Tres son los tiempos del hombre. El primer tiempo del mundo tuvo lugar bajo el reino de la fe, cuando el pueblo elegido, aún débil y esclavizado, no era capaz de liberarse. Su ley fue la de Moisés; ese tiempo se continuó hasta que vino Aquel que dijo: «Si el Hijo os libera, seréis realmente libres.» El segundo tiempo fue instaurado por Cristo y dura hasta la hora presente; nos libera con respecto al pasado pero de ninguna manera con respecto al futuro. Pues bien dijo San Pablo: «Conocemos sólo en parte y profetizamos también parcialmente, pero, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Ahora vemos por un espejo y oscuramente, pero entonces veremos cara a cara.»
El mago se limpió los dientes con una espina de pescado:
—El tercer tiempo se iniciará en estos días que vivirnos. Es inminente. Pues, ¿no vemos por doquier que se cumplen las profecías que Mateo puso en boca de Jesús, levántase nación contra nación, hay tormentos y hambres, plagas y grandes tribulaciones, y se levantan falsos profetas, crece la iniquidad y se enfría el amor: el mundo envejece y se deteriora? ¿No nos gobiernan un seudopapa y un rey de impúdica faz? Ya es tiempo de que aparezca el último emperador a unir a las naciones todas en un solo rebaño, pues la Sibila ha dicho: «Rex novus adveniet totum ruiturus in orbem…»
—¿Allí termina la historia?, insistió Ludovico.
El mago le pidió de beber. Tragó groseramente. Se limpió los labios con la manga negra:
—El bien no pertenece al tiempo de los hombres. Su triunfo es parcial. Debe venir el mal absoluto para que lo venza el bien absoluto y éste es divino. No pertenece a los hombres. El mal absoluto, en cambio, sí. Apenas instaurada la tercera época de la paz y la abundancia, bienes precarios de la humanidad, aparecerá a destruirlos el Anticristo en toda su furia.
Miró con su ojo de gato a Ludovico y prosiguió:
—Él es el mal absoluto. Sólo si él encarna en el futuro de la historia conocerá la historia su propia apoteosis: allí concluye el futuro. El mal absoluto provocará el bien absoluto. Vendrá el Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande. Y enviará a sus ángeles con resonantes trompetas y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, se sentará en su trono de gloria y a los justos les dará posesión del reino preparado para ellos desde la creación del mundo, diciéndoles: Tuve hambre, y me disteis de comer; estaba desnudo, y me vestísteis. Y a los malditos apartará de su vera y los lanzará al fuego eterno, diciendo: Fui peregrino y no me alojasteis, estuve enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Y tanto los elegidos como los condenados se preguntarán, ¿cuándo hicimos o dejamos de hacer todas estas cosas?, y el Hijo del Hombre les dirá: Cuando acogisteis a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis; cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. Cada cual ocupará su sitio en la Eternidad. Y no habrá más historia humana.
El mago se había puesto de pie, exaltado por sus propias palabras. Ludovico levantó la cabeza para preguntarle:
—¿Cómo reconocerás al Anticristo?
El mago abrazó a uno de los tres niños que siempre acompañaban a Ludovico y escuchaban todas sus pláticas; y sólo dijo:
—Ave rapaz; negro pene. Donde está el cadáver, allí se juntan los buitres.
—Pero antes, el buen rey que anuncias, ¿cómo…?
El mago besó la mejilla del segundo niño de Ludovico:
—Lina cruz en la espalda. Seis dedos en cada pie. Vencerá. Será vencido.
—¿Dónde?
—En la casa de los escorpiones.
—¿Qué lugar es ése?
—La única tierra con el nombre de las vísperas: España.
El mago se hincó ante el tercer niño y otros discípulos, de otras persuasiones, que se habían reunido a escucharle, se sintieron ofendidos por las alusiones del griego a los falsos profetas; y el populacho, en ocasiones tan crédulo, tan malicioso en otras, comenzó a burlarse del mago; y entre todos le gritaban, unos riendo, otros sombríos, todos desafiantes:
—Si eres mago y tanto sabes, haz un milagro, o no creeremos en lo que has contado aquí…
Entonces este terrible hombre de cabellera de serpientes y un solo ojo sacó una cimitarra que guardaba bajo su negra toga, y con fuerza y cólera inesperada, como si poseyera cien brazos, a uno le cortó una mano, al otro la lengua, al de acá le arrancó los ojos de las cuencas con dos veloces picadas, al de allá le escupió una flema espesa, negra y pestilente, sobre el rostro, y la cara de este pobre desgraciado se derritió como cera; y a todos les gritó el mago:
—Si fueseis ciegos, veríais; mancos, tocaríais; mudos, hablaríais; enfermos, sanaríais; mas no siéndolo, ved cuán milagrosamente habéis perdido ojos, manos, lengua y salud. Hombres de poca fe: ¿quién os convencerá?
A palos y puñetazos, con dagas y con hachas, llorando y vociferando, cayó esta turba sobre el mago griego, y le descuartizó.
Sus partes fueron arrojadas al mar: la cabeza y las dos mitades del tronco abierto en canal, como bestia cazada en el monte.
Que nunca anduvieran descalzos, que corrieran y jugaran por las playas y los muros sin quitarse nunca los zapatos, que nunca se descubrieran la espalda, siempre bien tapados, oigan, hablen, mézclense con todos, escúchenlo todo, aprendan, sobrevivan, comparen lo que aprendimos en la comunidad del desierto y lo que vivimos aquí, tenemos algo que hacer, apenas crezcan, algo que hacer juntos, no olviden nada, cuando cumplan catorce años abandonaremos esta ciudad, iremos cada cual por nuestro lado, nos reuniremos para el episodio final, ahora quiero que entiendan algo conmigo, ahora que se hacen hombres, reúno cuanto sé, lo poco que sé, vamos a darle nuevo curso a esta confusión de creencias, rebeldías, aspiraciones, vamos a reunirías con mi sueño de la playa, el milenio prometido tendrá lugar dentro de la historia y será distinto de la Eternidad, el mundo se renovará dentro de la historia, sin opresiones, Pedro, sin prohibiciones, Celestina, sin plagas, Simón, sin dioses, Ludovico: no regresaremos a la edad de oro original, no la encontraremos al terminar la historia, la edad de oro está dentro de la historia, se llama futuro, pero el futuro es hoy, no mañana, el futuro es presente, el futuro es ahora, o no hay tal tiempo; el futuro somos nosotros, ustedes, yo…