Ésta es la ciudad-palacio; éste es el palacio-ciudad; su nombre lo dice, Spalato, espacio de un palacio, ciudad dentro de un palacio, palacio convertido en ciudad sobre las escarpadas costas del Mar Adriático, última morada del emperador Diocleciano, plazas que fueron patios, catedrales que fueron mausoleos, bautisterios de Cristo que fueron templos de Júpiter, iglesias que fueron capillas, calles que fueron pasillos, jardines que fueron huertas, posadas que fueron recámaras, ventas que fueron salas, expendios que fueron antesalas, comederos que fueron comedores, bodegones que fueron tabernas que fueron mazmorras, palacio imperial parcelado por el tiempo, carcomido por la usura, ennegrecido por las cocinas, resquebrajado por los pregones, cita de dos mundos, oriente y occidente, Dalmacia, altos acantilados y playas chatas, sucias arenas, algas lúbricas y maderos podridos, pólipos temblorosos y selladas botellas, ceniza perseverante y mierda diluida, túneles, pasajes subterráneos, argollas enmohecidas, mármoles dañados, piedra gastada y pulida como una antigua moneda, pintura arañada, marea de conquistadores, bizantinos, croatas, normandos, venecianos, húngaros, colmena de piedra parda devastada por las hordas de los ávaros, que con mayor furia desolaron las ciudades vecinas, llegándose todos los refugiados a vivir en este palacio abandonado, este enjambre de anchas murallas, altas frente al hondo recaladero, bosque de entenas, cielo de velámenes, el palacio de Diocleciano, sus dieciséis torres, sus cuatro puertas, marea de fugitivos, cruce de caminos, hasta aquí llegaron todos, desde aquí se desparramaron sobre la Europa cristiana, desde el recinto donde Diocleciano lanzó edicto contra cristianos por ofender a los dioses de Roma con la señal de la cruz, por aquí salieron, por aquí entraron, por la Porta Aenea los guardianes de los secretos egipciacos de los tres hermanos, Osiris que todo lo fundó por la palabra, Set que fue el primer asesino, Isis la hermana y esposa que devolvió la vida con la boca, por la Porta Férrea los discípulos andrajosos de Simón el Mago, desde siempre buscando a la diosa perdida en los templos y en los burdeles, la detentadora de la sabiduría secreta, la maldita, la expulsada, Eva, Elena, la Hetaira de Babilonia, la condenada por los ángeles priápicos del Dios vengador, demiurgo del mal, la mujer sabia, la saga fémina, perdida, la pieza que faltaba para completar el conocimiento total de las cosas, por la Porta Aurea los portadores de la herejía gnóstica y maniquea, los bogomiles insatisfechos con la obra de la creación, anhelantes de una segunda verdad, más alta, más perfecta, más secreta, más total que la consagrada en los concilios de la Iglesia, los enemigos encarnizados de San Agustín, quien en la sede romana y apostólica miraba la plena realización de la promesa iniciada con el nacimiento de Cristo, mientras ellos, discípulos de Basílides de Alejandría, de Valentín y Néstor y Marción, miraban un mundo que se hundía en la pompa, la corrupción y la entrega a las obras del segundo dios, el que creó el mal mientras el primer dios creaba el bien, y la solución de este conflicto avizoraban en un segundo milenio, una segunda venida de Cristo a la tierra para purgar al mundo y prepararlo para el Juicio Final, y por la Porta Argentea los celosos guardianes de los secretos órficos, los recibidores de la pistis sofía, los divulgadores de las profecías de las pitonisas, las Sibilas que anuncian la aparición del último emperador, rey de paz y abundancia, triunfo de la verdadera cristiandad, que es religión del desprendimiento, la caridad, la pobreza y el amor, el último monarca, aniquilador de Gog y Magog:
—Terminada su tarea purificadora, irá a Jerusalén, depositará su corona y su manto en el Gólgota y abdicará a favor de Dios…
—¿Allí culmina tu historia?, le preguntó Ludovico, una tarde que comían juntos pescadillas fritas sobre platos de plomo, a un pasajero griego, tuerto, con cabellera de serpientes negras y toga negra, que diseminaba los augurios de la Sibila Tiburtina, junto a la agitada Porta Argentea de las murallas de Spalato.