El caballero de la triste figura

Esperó Celestina que la monja le besase las manos laceradas por el fuego, mas no fue así.

Desapareció la resignada religiosa detrás del portón cerrado del convento y Celestina permaneció un momento en la calleja, mirando el cadáver del caballero asesinado, tratando de entender sus últimas palabras, entristecida porque nada comprendía. ¿Qué sabiduría podría transmitir, ella que todo lo ignoraba?

Caminó lejos, sin saber si dormía o andaba despierta, lejos de la escena de la rija, hasta la puerta de Almofada, y al pasar junto a una venta escuchó gran conmoción y un labriego rojizo y rechoncho salió dando voces y al verla la tomó del brazo y díjole, manceba, quienquiera que seas, ayúdame, que mi amo ha enloquecido y creo que sólo tú le devolverás un poco de calma y razón; haz por comportarte como una alta dama, aunque poco importa, que él mira la nobleza donde sólo hay villanía, y alcurnia descubre en los más ruines menesteres.

En el patio de la venta, cuatro mozos y el ventero mismo manteaban sin misericordia a un viejo de flacos huesos, blanca barbilla y ojos de santa cólera; por los aires volaba el infeliz, dando voces, gritando bellacos, faquines, belitres, y el ventero gritaba más fuerte, idos al diablo, caballero de todos los demonios, que todos mis cueros de vino habéis agujereado con vuestra herrumbrosa tizona, y como coladera los habéis dejado, y el caballero gritaba que no, eran gigantes, eran mágicos encantadores, venidos a desafiarle de noche, en las sombras, cual cobardes, mas sin contar con la siempre presta espada que había sometido las furias del mismísimo Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias, y aquí no reza aquello de, haz lo que tu amo te manda y siéntate con él a la mesa, sollozaba el labriego, pues ni amo ni mesa sacaré de esta aventura, mas desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano, y con sus huesos fue a dar al polvo el caballero, y allí le apalearon con grandes carcajadas los mozos de la venta, y luego fuéronse a sus quehaceres.

—Más brazos tenían estos follones que los cien del titán Briareo, gimió el vapuleado caballero cuando logró hablar, en medio del rumor de cerdos, jumentos y gallinas; con paños bañados en agua le curaba las heridas su criado el labriego, murmurando, si da el cántaro en la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro, mas vea vuesa merced que no hay mal que por bien no venga, y ya puede usted sacar la barba del lodo, que no fueron vanos sus esfuerzos, ya que con ellos liberó a esta principalísima dama, que aquí está conmigo, señor mío, y que viene a agradecerle su hazaña de anoche, que la sacó del cautiverio de magos…

El apaleado caballero miró intensamente a Celestina, luego al labriego, y tembló de enojo:

—¿Así te burlas de mí, amigo? ¿Tan sandio me crees que no vea ante mí a esta vieja bruja, alcahueta, que hasta las piedras le gritan a su paso, «¡Puta vieja!», y que fregó sus espaldas en todos los burdeles? Joven fui, aunque no lo creas, y mi virtud perdí a manos de esta misma vieja falsa, barbuda, malhechora, que prometiendo introducirme en la alcoba de mi amada, me adormeció con filtros de amor en la suya y tomóme para sí, habiéndole yo pagado anticipadamente. Bien te conozco, vieja avarienta, campana, tarabilla, quemada seas, desvergonzada hechicera, sofística prevaricadora, escofina, urraca, trotaconventos; a otro, por más dinero, entregaste a mi amada Dulcinea; ¿qué haces por estas tierras?, ah, vil alcahueta codiciosa, garnacha eres en el tribunal de la lujuria, y ni un par de pasas tendrás de mí… ¡Fuera con ella, Sancho, que hiervo de cólera, la conocí de joven, creí la muerta, créalo Judas, mala Pascua le dé Dios, que hierba mala nunca muere! Y tú, escudero, ¿por qué te empeñas en darme gato por liebre, y en traerme con nombre de princesa a fregonas, putas y troteras? ¿Crees que no sé ver? ¿Crees que no conozco la realidad real de las cosas? Los molinos son gigantes. Mas Celestina no es Dulcinea. ¡Vámonos, Sancho, fuera de Toledo, que bien la llamó Livio, urbs parva, ínfima ciudad, y ancha es Castilla!