CAPÍTULO XXIII. LOS DATOS DEL MERCADO
[2] V. Strigl, Die ökonomischen Kategorien und die Organisation der Wirtschaft, Jena 1923, pp. 18 ss. <<
[3] V. Cohen y Nagel, An Introduction to Logic and Scientific Method, Nueva York 1939, pp. 316-322. <<
[4] La mayoría de los reformadores sociales, fundamentalmente Fourier y Marx, silencian cuán escasos son los medios que la naturaleza espontáneamente pone a disposición del hombre para cubrir sus necesidades. Según tales autores, si no hay abundancia de todo, se debe exclusivamente a la imperfección del sistema capitalista de producción; la escasez desaparecerá tan pronto como se alcance la «fase superior» del comunismo. Una destacada personalidad menchevique, no pudiendo lógicamente negar todas esas cortapisas que la naturaleza opone al bienestar del hombre, en el más genuino estilo marxista, llega a acusar a nuestro universo físico de ser «el más inicuo de todos los explotadores». Cfr. Mania Gordon, Workers Befare and After Lenin, Nueva York 1941, pp. 227-458. <<
[5] Los efectos que la coacción o la violencia provocan sobre el mercado serán analizados en la Sexta Parte de este tratado. <<
[6] V. Albert L. Meyers, Modern Economics, Nueva York 1946, p. 672. <<
[7] La democracia, sea política o económica, invariablemente provoca tal efecto. Las elecciones no garantizan que la persona elegida esté libre de todo defecto; simplemente atestiguan que la mayoría de los electores prefieren ése a los restantes candidatos. <<
[8] Por lo que atañe a las variaciones que pueden registrar los factores determinantes del poder adquisitivo del dinero, v. p. 500 y, en relación con el consumo y la acumulación de capital, pp. 615-617. <<
[9] V. pp. 754-755. <<
[10] Los gobiernos occidentales desde finales del siglo XVIII empezaron a promulgar leyes con vistas a proteger la riqueza forestal. Pero sería un grave error atribuir a dichas normas la conservación de los bosques europeos. Hasta mediados del siglo XIX no existieron servicios administrativos de ningún género que hicieran cumplir tales disposiciones. No es sólo eso; las autoridades de Austria o Prusia, y no digamos nada de los gobernantes de los otros estados alemanes de menor importancia, carecían de poder bastante para obligar a los aristócratas y señores locales a observar las leyes. Ningún funcionario público hubiera osado antes de 1914 llamar la atención en ninguna materia a un magnate de Bohemia o Silesia o a un Standesherr teutónico. Los príncipes y condes, por propio interés, cuidaban sus bosques. Precisamente porque los consideraban propiedad particular, que nadie podía quitarles, procuraban mantener incólume la renta de sus fincas y el valor de sus posesiones. <<
[11] O sea, en otras palabras, que estiman economías externas el dar a tierras y bosques el trato que su conservación requiere. <<
[12] V. el brillante estudio que Henry Hazlitt dedica al gasto público en su libro Economics in One Lesson, Nueva York 1946, pp. 19-20, La economía en una lección [tr. esp. en Unión Editorial, 2.a ed., Madrid 1981]. <<
[13] V. pp. 166-168. <<
[14] V. pp. 438-441. <<