CAPÍTULO XXI. TRABAJO Y SALARIOS

[1] El conocimiento no aspira a otro fin que conocer. Lo que gratifica al pensador es su pensar en cuanto tal, no la consecución de un conocimiento perfecto, que es algo inaccesible al hombre. <<

[2] No es necesario observar que al comparar el afán de saber y el ejercicio de la vida piadosa con los deportes y los juegos en modo alguno se pretende menospreciar aquellas actividades. <<

[3] Engels, Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, 7.a ed., Stuttgart 1910, p. 317. [tr. esp. de Manuel Sacristán, Grijalbo, México 1964, y Edit. Crítica, Barcelona 1977]. <<

[4] V. pp. 158-162. <<

[5] V. Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Basilea 1791, vol. I, lib. I, cap. VIII, p. 100 [tr. esp. de Carlos Rodríguez Braun, Alianza Editorial, Madrid 1994]. El propio Adam Smith, más tarde, sin darse cuenta, abandonó la idea. V. W. H. Hutt, The Theory of Collective Bargaining, Londres 1930, pp. 24-25 [Trad. esp.: La Contratación Colectiva, Unión Editorial, Madrid 1976]. <<

[6] Estas cuestiones, así como otras no menos interesantes, las analiza concienzudamente Hutt, op. cit., pp. 35-72. <<

[7] En los últimos años del siglo XVIII, el gobierno inglés, cercado por la serie de dificultades que provocaban las prolongadas guerras con Francia y los métodos inflacionarios adoptados para financiarlas, recurrió a tal arbitrio (sistema Speenhamland). Lo que de verdad se pretendía era impedir que los trabajadores agrícolas abandonaran los campos para acudir a las fábricas, donde se les pagaba mejor. El sistema Speenhamland no era más que un disimulado subsidio otorgado a los aristócratas terratenientes, lo cual ahorraba a éstos el tener que incrementar el sueldo a sus trabajadores. <<

[8] V. Marx, Das Kapital, 7.a ed., Hamburgo 1941, I, p. 133. En el Manifiesto Comunista (sección II), Marx y Engels formulan su teoría como sigue: «El valor medio del salario laboral es el salario mínimo, o sea, la cantidad de artículos de consumo inexcusablemente requerida por el trabajador para su mera supervivencia como tal trabajador, bastando tan sólo para prolongar y reproducir la existencia estricta». <<

[9] V. Marx, Das Kapital, p. 134. La cursiva es mía. El vocablo empleado por Marx, y que se traduce por «artículos de primera necesidad», es Lebensmittel. <<

[10] V. supra, pp. 359-360. <<

[11] V. pp. 490-493. <<

[12] Otros casos en que también disminuyen tanto la cantidad como la calidad de la labor —por ejemplo, es menor la productividad al recomenzar el trabajo después de un periodo de descanso— carecen de interés por lo que se refiere a la oferta de trabajo en el mercado. <<

[13] V. pp. 357-364. <<

[14] Suele limitarse temporalmente la llamada «Revolución Industrial» a los reinados de los dos últimos Jorges de la rama británica de los Hanóver en consciente deseo de dramatizar la historia económica para que venga a coincidir con los procrusteanos esquemas marxistas. La evolución que fue transformando los sistemas medievales de producción hasta llegar a los métodos típicos de la empresa libre fue un largo proceso que comenzó siglos antes de 1760 y que, ni siquiera en Inglaterra, había quedado completado en 1830. Es cierto que el desarrollo industrial de Gran Bretaña se aceleró grandemente durante la segunda mitad del siglo XVIII. Podemos, pues, emplear el término «Revolución Industrial» al examinar las connotaciones emocionales que el mismo sugirió a fabianos y marxistas, a la Escuela Histórica y al Institucionalismo americano. <<

[15] J. L. Hammond y Bárbara Hammond, The Skilled Labourer 1760-1832, 2.a ed., Londres 1920, p. 4. <<

[16] Durante la Guerra de los Siete Años murieron en acción 1512 marinos ingleses; en cambio, 133 708 bajas hubo entre desaparecidos y víctimas de enfermedades. V. W. L. Dom, Competition for Empire 1740-1763, Nueva York 1940, p. 114. <<

[17] J. L. Hammond y Bárbara Hammond, loc. cit. <<

[18] F. C. Dietz, An Economic History of England, Nueva York 1942, pp. 279 y 392. <<

[19] Margaret Mitchell, cuya popular novela Lo que el viento se llevó (Nueva York 1936) defiende la esclavitud en los estados americanos del sur, elude cuidadosamente toda referencia a los obreros de las grandes plantaciones, prefiriendo fijar su atención en los fámulos domésticos de los palacios coloniales, quienes constituían un grupo privilegiado dentro de la clase servil. <<

[20] Acerca de las doctrinas americanas en favor de la esclavitud v. Charles y Mary Beard, The Rise of American Civilization (1944), I, 703-710; y C. E. Merriam, A History of American Political Theories, Nueva York 1924, pp. 227-251. <<

[21] V. Coccoti, Le Déclin de l’esclavage antique, París 1910, pp. 292 y ss.; Salvioli, Le Capitalisme dans le monde antique, París 1906, pp. 141 y ss.; Cairnes, The Slave Power, Londres 1862, p. 234. <<