CAPÍTULO XX. EL INTERÉS, LA EXPANSIÓN CREDITICIA Y EL CICLO ECONÓMICO

[1] V. supra, pp. 273-276. <<

[2] La diferencia entre tal planteamiento (caso b) y el que se registraría si se supusiera generalmente la inminencia del próximo fin del mundo al que anteriormente aludimos en la p. 626 (caso a) consiste en lo siguiente: En el caso a, el interés originario crece más allá de toda medida por cuanto los bienes futuros pierden por completo su valor; al contrario, en el caso b el interés originario no varía, siendo el componente empresarial el que se incrementa desmesuradamente. <<

[3] V. Irving Fisher, The Rate of Interest, Nueva York 1907, pp. 77 ss. [trad. esp.: La teoría del interés, Ediciones Aosta, Madrid 1999]. <<

[4] Se presupone la existencia de un mercado laboral libre. En relación con el argumento aducido por Lord Keynes a este respecto, v. pp. 918 y 934-936. <<

[5] Por lo que se refiere a las fluctuaciones cíclicas de «onda larga», v. p. 676. <<

[6] V. G. V. Haberler, Prosperity and Depression (nueva ed. de la Revista de la Sociedad de Naciones, Ginebra 1939), p. 7 [tr. esp., FCE, 3.a ed., México 1953]. <<

[7] Cfr. M. N. Rothbard, America’s Great Depression, Princeton 1963 [2.a ed., revisada, New York University Press, 1975 y Ludwig von Mises Institute, Auburn, Alabama, 2000]. <<

[8] Conviene no ser víctimas del error de suponer que el cambio de política monetaria se produjo por haber advertido banqueros y autoridades las consecuencias que inevitablemente había de provocar una continuación de la expansión crediticia. Lo que les hizo variar de actitud fueron circunstancias institucionales a las que más adelante aludiremos (pp. 938-940). No han faltado, desde luego, banqueros competentísimos en materia económica: la Escuela monetaria inglesa, es decir, la que, por primera vez, procurara hallar explicación a las crisis cíclicas, estuvo sustancialmente integrada por banqueros. Pero han regentado la banca oficial y orientado la política monetaria de los diversos países hombres que, por lo general, desgraciadamente, no veían peligro alguno en la expansión crediticia y reaccionaban airadamente ante cualquier crítica de su actividad expansionista. <<

[9] V. pp. 936-939. <<

[10] V. pp. 924-926. <<

[11] V. pp. 562-563. <<

[12] Beardsley Ruml, «Taxes for Revenue Are Obsolete», American Affairs, VIII (1946), pp. 35-36. <<

[13] Machlup (The Stock Market, Credit and Capital Formation, p. 248) denomina «inflacionismo pasivo» a esa conducta bancaria. <<

[14] V. pp. 567-568. <<

[15] En la economía de giro uniforme también hay equipo inconvertible no aprovechado. Tal desaprovechamiento no influye en el equilibrio, por lo mismo que no lo perturba tampoco la no utilización de la tierra submarginal. <<

[16] Hayek, Prices and Production, 2.a ed., pp. 96 ss, Londres 1935 [trad. esp.: Unión Editorial, 1996], llega a la misma conclusión siguiendo un razonamiento algo diferente. <<

[17] Acerca del error básico que a este respecto cometen tanto el marxismo como las demás teorías del subconsumo, v. pp. 365-367. <<

[18] El dirigismo dinerario y crediticio será objeto de análisis más adelante, en el cap. XXXI. <<

[19] Es curioso advertir cómo una misma raíz semántica se emplea para significar, de un lado, las reflexiones y subsiguientes acciones de promotores y empresarios, y, de otro, las divagaciones teóricas del estudioso que no ejerce ninguna influencia directa en el mundo de la acción. <<