CAPÍTULO XV. EL MERCADO

[1] Los bienes de capital han sido también definidos como factores de producción producidos por el hombre, con lo que se pretendía distinguirlos de los factores de producción naturales, es decir, los recursos de la naturaleza (la tierra) y el trabajo humano. Tal terminología, sin embargo, debe emplearse con cautela, pues fácilmente puede inducir a error, haciéndonos creer en la existencia de un cierto capital real, concepto éste que seguidamente analizaremos. <<

[2] A este respecto, no hay peligro en emplear ocasionalmente, buscando una mayor simplicidad, los términos consagrados de «acumulación de capital», «disponibilidad de capital», «escasez de capital», etc., en vez de, en cada caso, hablar de «acumulación de bienes de capital», «disponibilidades de bienes de capital», etcétera. <<

[3] Para tal individuo, estos bienes de consumo no son ya del orden primero, sino de orden superior, es decir, factores de producción. <<

[4] V., en este sentido, R. v. Strigl, Kapital und Produktion, p. 3, Viena 1934. <<

[5] V. Frank A. Fetter en la Encyclopaedia of the Social Sciences, III, 190. <<

[6] V. pp. 625-632. <<

[7] Por lo que al «experimento» ruso se refiere, véase Mises, Planned Chaos, pp. 80-87, Irvington-on-Hudson 1947 [tr. esp. en El Socialismo, 5.a ed., Unión Editorial, Madrid 2007]. <<

[8] El libro del catedrático prusiano Bernhard Laum Die Geschlossene Wirtschfat (Tubinga 1933) constituye una de las muestras más conspicuas de este modo de pensar. Laum, en efecto, se dedica a reunir una enorme colección de fuentes etnológicas, de las cuales resulta que numerosas tribus primitivas consideraban la autarquía cosa natural, necesaria y moralmente recomendable. De ello concluye que tal ordenamiento constituye el sistema económico normal y procedente, hasta el punto que la vuelta al mismo debe considerarse un «proceso biológico necesario» (p. 491). <<

[9] Guy de Maupassant analizó, en su Étude sur Gustave Flaubert (reimpreso en Oeuvres Completes de Gustave Flaubert, vol. VII, París 1885), el supuesto odio de este último hacia todo lo burgués. Flaubert, dice Maupassant, aimait le monde (p. 67); es decir, le gustaba codearse con la buena sociedad de París, compuesta por aristócratas, ricos burgueses y una élite de artistas, escritores, filósofos, científicos, políticos y empresarios. Flaubert usaba el término burgués como sinónimo de imbecilidad, definiéndolo así: «Califico de burgués a todo aquél que piensa mezquinamente (pense bassement)». Es evidente, por tanto, que Flaubert, cuando decía burgués, no aludía a la burguesía como tal estamento social, sino que se refería a un tipo de idiotez con la que frecuentemente tropezaba al tratar con miembros de dicha clase. Al hombre corriente (le bon peuple) no lo despreciaba menos. Sin embargo, comoquiera que trataba más con gens du monde que con obreros, le incomodaba en mayor grado la estupidez de aquéllas que la de éstos (p. 59). Las anteriores observaciones de Maupassant retratan fielmente no sólo el caso de Flaubert, sino también el de todos aquellos artistas con sentimientos «antiburgueses». Conviene resaltar, aunque sólo sea de modo incidental, que, para el marxismo, Flaubert es un escritor «burgués» y sus novelas son «superestructura ideológica» del «sistema capitalista o burgués de producción». <<

[10] Los nazis aplicaban el adjetivo «judío» como sinónimo de «capitalista» y «burgués». <<

[11] V. supra, pp. 96-101. <<

[12] V. Frank A. Feter, The Principles of Economics, pp. 394-410, 3.a ed., Nueva York 1913. <<

[13] El caso de Beatrice Webb (Lady Passfield), ella misma hija de un acaudalado hombre de empresa, es un ejemplo típico de este modo de pensar. V. My Apprenticeship, p. 42, Nueva York 1926. <<

[14] V., en este sentido, las palabras de Trotsky que Hayek transcribe en The Road to Serfdom, p. 89, Londres 1944 [tr. esp., Alianza Editorial, Madrid 1978]. <<

[15] Cumplida refutación de las doctrinas hoy en boga acerca de la competencia imperfecta y monopolística se halla en F. A. Hayek, Individualism and Economic Order, pp. 92-118, Chicago 1948. <<

[16] V. infra, pp. 805-806. <<

[17] V. pp. 708-711. <<

[18] En la esfera política, el rebelarse contra la opresión de las autoridades constituye la ultima ratio de los subyugados. Por ilegal e insoportable que la opresión resulte; por dignos y elevados que sean los motivos que a los rebeldes animen; y por beneficiosos que pudieran ser los resultados alcanzados merced al alzamiento armado, una revolución es invariablemente un acto ilegal que desintegra el establecido orden constitucional. Es atributo típico de todo gobierno el que, dentro de su territorio, sea la única institución que pueda recurrir a la violencia y la única que otorga legitimidad a las medidas de fuerza adoptadas por otros organismos. Una revolución, que implica siempre actitudes belicosas entre conciudadanos, destruye el propio fundamento de la legalidad, pudiendo ser sólo, más o menos, legalizada al amparo de aquellos tan imprecisos usos internacionales referentes a la beligerancia. Si la revolución triunfa, es posible que restablezca un nuevo orden y gobierno. Ahora bien, lo que nunca puede hacer es promulgar un legal «derecho a rebelarse contra la opresión». Tal facultad, que permitiría a la gente oponerse por la fuerza a las instituciones armadas del estado, abriría las puertas a la anarquía, haciendo imposible toda forma de gobierno. La insensatez de la Asamblea Constituyente de la Revolución Francesa fue lo suficientemente grande como para llegar a legalizar el derecho en cuestión; no tanto, sin embargo, como para tomar en serio su propia disposición. <<

[19] Una acción que ni mejorara ni empeorara nuestro estado de satisfacción implicaría un evidente perjuicio subjetivo, en razón a la inutilidad del esfuerzo realizado. Mejor hubiera sido no haber actuado, limitándose el sujeto a disfrutar quietamente de la vida. <<

[20] V. Mangoldt, Die Lehre von Unternehmergewinn, p. 82, Leipzig 1855. El que cien litros de vino no produzcan cien litros de champaña, sino una cantidad menor, tiene la misma importancia que el que de cien kilos de remolacha no lleguen a obtenerse cien kilos de azúcar, sino un peso inferior. <<

[21] V. Knight, Risk, Uncertainty and Profit, pp. 211-213, Boston 1921 [tr. esp., Aguilar, Madrid 1947]. <<

[22] Si quisiéramos recurrir al erróneo concepto de «renta nacional», hoy tan ampliamente manejado, habríamos de decir que ninguna fracción de dicha renta nacional pasa, en el supuesto contemplado, a constituir beneficio. <<

[23] El problema de la convertibilidad de los bienes de capital será examinado más adelante, pp. 600-603. <<

[24] V. pp. 908-920. <<

[25] V. pp. 957-967. <<

[26] Un detallado estudio de todos estos problemas se encuentra en Mises, Bureaucracy, New Haven 1944 [tr. esp. de Dalmacio Negro, 2.a ed., Unión Editorial, Madrid 2005]. <<

[27] V. Chamberlin, The Theory of Monopolistic Competition, pp. 123 y ss, Cambridge, Massachusetts, 1935 [tr. esp., FCE, México 1956]. <<