CAPÍTULO XII. EL ÁMBITO DEL CÁLCULO ECONÓMICO
[1] V. Samuel Bailey, A Critical Dissertation on the Nature Measures and Causes of Values, Londres 1825, reimpreso en el núm. 7 de Series of Reprints of Scarce Tracts in Economics and Political Science, London School of Economics, Londres 1931. <<
[2] Por lo que se refiere a la propensión del hombre a considerar la rigidez e invariabilidad como lo esencial y a estimar el cambio y el movimiento como lo accidental, v. Bergson, La Pensée et le Mouvant, pp. 85 y ss. <<
[3] V. Irving Fisher, The Money Illusion, pp. 19-20, Nueva York 1928 [tr. esp., Ediciones Oriente, Madrid 1930]. <<
[4] V. infra pp. 495-497. <<
[5] V. infra pp. 301-304. <<
[6] Incidentalmente, debemos observar que, en la práctica, ningún cálculo económico puede jamás resultar veraz de un modo absoluto. El método seguido puede ser correcto; pero, como en el cálculo se manejan siempre cantidades aproximadas, el resultado nunca puede ser rigurosamente preciso. Según antes (pp. 47-48) se decía, la economía es una ciencia exacta, que se ocupa de cosas reales: sin embargo, en cuanto empieza a manejar precios efectivos, la exactitud se esfuma y la historia económica viene a ocupar el puesto de la economía pura. <<
[7] Al hablar de empréstitos nos referimos a los préstamos concertados por el gobierno con quienes tienen fondos líquidos que pueden destinar a tal cometido. No se alude al problema de la expansión crediticia que actualmente fomenta el gobierno tomando dinero prestado de la banca privada. <<
[8] La más popular de estas doctrinas se halla condensada en la frase: La deuda pública no es una carga por cuanto a nosotros mismos nos la debemos. Si ello fuera cierto, el cancelar todos los empréstitos públicos mediante simples compensaciones contables sería una operación inocua, un simple acto contable. El hecho es que la deuda pública incorpora reclamaciones de gente que en su día confió sus fondos al gobierno contra quienes a diario incrementan la riqueza del país. En otras palabras, es una carga impuesta a las clases más productivas en beneficio de otros grupos. Pero exonerarles de ella exigiría recaudar los impuestos exclusivamente de los tenedores de papel del estado, lo cual equivaldría a un mal encubierto repudio de la deuda pública. <<