27

El general Daniel Foote, comandante de Fort Myer, les aguardaba en su despacho con otros tres hombres.

—No debían venir solos —le dijo a Wilson—. Se lo expliqué al Presidente, pero no quiso escucharme. Ofrecí una escolta y rechazó la idea. Dijo que no quería que el coche llamara la atención.

—Había poco tráfico —explicó Wilson.

El comandante meneó la cabeza.

—Vivimos horas inciertas —comentó.

—General Foote, deseo presentarle a la señorita Alice Gale. Su padre es la persona que se puso en contacto con nosotros.

El general respondió:

—Celebro conocerla, señorita Gale. Estos tres caballeros me han hablado de su padre. Señor Black, me alegro de que nos acompañe.

—Gracias, señor —repuso Black.

—Concédanme el privilegio de presentar a mi gente —dijo Alice—. El doctor Nicholas Hardwicke, el señor Wilson, el señor Black. El doctor Hardwicke es una especie de Albert Einstein de nuestra época.

El hombre robusto, desgarbado y parecido a un oso, correspondió con una sonrisa:

—Querida, no debes elogiarme demasiado. Me exigirían más de lo que puedo hacer. Caballeros, celebro esta oportunidad de conocerles. Era hora de ponernos a trabajar en este asunto que para ustedes debe representar bastantes molestias. Me alegro de que hayan reaccionado tan pronto. Su Presidente debe ser un hombre extraordinario.

—Eso creemos —afirmó Wilson.

—El doctor William Cummings —prosiguió Alice—. El doctor Hardwicke era nuestro vecino, pero el doctor Cummings vivía en la región de Denver. Mi padre y los demás creyeron conveniente que tomara parte con el doctor Hardwicke en la reunión con los científicos de esta época.

Cummings era un hombre bajito, calvo, con cara arrugada y expresión de duende.

—Mucho gusto —dijo—. Deseo expresarles mi sentimiento por lo que sucedió en el túnel.

—Y, por último, el doctor Abner Osborne —concluyó Alice—. Es amigo de mi familia desde hace mucho tiempo.

Osborne abrazó a la muchacha.

—Estos caballeros —explicó— son físicos, pero yo soy un ser inferior; soy geólogo. Querida, ¿cómo está tu padre? Le busqué al llegar, pero no pude encontrarle.

El comandante de Fort Myer tiró a Wilson de la manga y se llevó a un lado al secretario de Prensa.

—Dígame lo que sepa acerca del monstruo —solicitó el general Foote.

—No hemos tenido más noticias. Creemos que se dirigió hacia las montañas.

Foote asintió.

—Supongo que tienen razón. Nos faltan informaciones exactas y nos sobran rumores, en su mayoría procedentes del oeste: Harpers Ferry, Strasburg, Luray. Deben ser falsos, pues es imposible que se desplace con tanta rapidez. ¿Está seguro de que sólo había uno?

—Es usted quien debería saberlo —respondió Wilson concisamente—. Sus hombres estaban allí. Según se nos comunicó mataron a uno. El otro escapó.

—Sí, sí, lo sé —dijo Foote—. Tenemos el cadáver.

El general estaba nervioso, pensó Wilson, inquieto. ¿Sabría algo que la Casa Blanca ignorase?

—¿Tiene algo que decirme, general?

—No, en absoluto —repuso.

«El muy hijo de puta, —se dijo Wilson—. Sólo se proponía sonsacar algo de la Casa Blanca. Algo que pudiera comentar más tarde, en el casino de oficiales».

—Me parece que será mejor empezar —agregó Wilson.

Salieron y subieron al coche, Black al lado del conductor, y Wilson y Osborne atrás.

—¿No le extraña la presencia de un geólogo en el grupo? —comentó Osborne.

—Lo he pensado —señaló Wilson—. Esto no significa que no sea bienvenido.

—Creímos que tal vez querrían preguntarnos algo acerca del mioceno —agregó Osborne.

—¿Quiere decir, por si decidimos ir allí? Por si retornamos como ustedes, ¿verdad?

—Es una manera de decirlo.

—¿Significa que estaban seguros de que algunos monstruos pasarían? ¿De que pasarían tantos como para obligarnos a irnos?

—Claro que no —respondió el geólogo—. Estábamos convencidos de que no pasaría ninguno. Tomamos nuestras precauciones. No comprendo lo que ocurrió, y no creo que este único monstruo…

—Pero no está seguro.

—Tiene razón. Son seres monstruosos e inteligentes. Muy hábiles. Algunos de nuestros biólogos podrían darle más explicaciones.

—Entonces, ¿por qué opina que debemos regresar al mioceno?

—Se acercan a un punto peligroso —repuso Osborne—. Nuestros historiadores podrían explicárselo mejor que yo, aunque los síntomas están a la vista. Ya sé que han sido desplazados a una senda del tiempo distinta y recorrerán una evolución diferente de la nuestra. Pero también es posible que el cambio se haya producido demasiado tarde.

—¿Se refiere al colapso económico y social? Alice nos explicó que Washington desaparecerá al llegar su época, y supongo que también Nueva York, Chicago, y todas las demás…

—Ustedes están en crisis —dijo Osborne—. Se han excedido del punto de equilibrio. Creo que ya es demasiado tarde para detenerse. Tienen una economía incontrolable; la desmoralización social es cada día mayor y…

—¿Y retornar al mioceno sería la solución? Representaría un nuevo comienzo. No estoy tan seguro —opinó Wilson.

Black intervino:

—Es la hora de la alocución del Presidente. ¿Enciendo la radio?

Sin esperar respuesta, conectó el aparato. El Presidente ya estaba hablando:

…poco lo que puedo deciros. Por eso mismo seré breve. Todavía nos hallamos en plena tarea de recopilación de datos y os haríamos un flaco servicio si quisiéramos ir más lejos. Estad seguros de que el Gobierno hablará con franqueza. Os tendremos al corriente de lo que consigamos averiguar. Esto es lo que sabemos por ahora: en el futuro, aproximadamente dentro de quinientos años, nuestros descendientes serán atacados por una raza extraterrestre. Durante cerca de veinte años podrán detenerlos, pero comprenderán que no se les podrá frenar por un tiempo indefinido. Se impondrá una retirada. Por fortuna, habrán inventado la manera de viajar a través del tiempo, y eso harán, regresando a nuestra época. No piensan permanecer aquí; piensan retroceder aún más en el tiempo tan pronto como les sea posible. Pero necesitan nuestra ayuda para hacerlo. No sólo para construir nuevos túneles del tiempo, sino para proveerse de materias primas que les permitan comenzar de nuevo. Por razones económicas que fácilmente se comprenden, las naciones del mundo actual no podemos negarnos a ayudarles. Además, estamos moralmente obligados a hacerlo. Son los hijos de nuestros hijos, varias generaciones después. Son de nuestra misma carne y de nuestra misma sangre, y no podemos negarles nuestro auxilio. Las modalidades de esa ayuda se hallan en estudio. Existen problemas que deben ser resueltos y lo serán. No hay que perder tiempo, y nuestra colaboración habrá de ser incondicional. Exigirá el sacrificio y la dedicación de todos vosotros. Habrá muchos detalles que necesitaréis conocer, se os ocurrirán muchas preguntas. De todo daremos cuenta y se os responderá plenamente; esta noche no hay tiempo para detallarlo. Hace pocas horas que comenzó todo; ha sido una jornada muy difícil.

La voz era confiada, vibrante, sin muestras de flaqueza… y sin embargo, pensó Wilson, aquel hombre estaría sintiendo cierto grado de flaqueza. Pero seguía siendo el político veterano y astuto de siempre. Aún sabía hablar con acento de convicción, tranquilizar al país. Erguido en su asiento, Wilson experimentó un repentino sentimiento de orgullo.

El Presidente seguía hablando:

Como sabéis, dos extraterrestres cruzaron el túnel en Virginia. Uno fue muerto y el otro escapó. Debo confesar que desconocemos su paradero. Estamos tratando de localizarlo y destruirlo y, aunque quizá sea difícil, lo conseguiremos. Os ruego que no os alarméis demasiado por la presencia de un extraterrestre suelto. Sólo es uno de los muchos problemas que se nos plantean esta noche, y con vuestra ayuda lo resolveremos todo.

Se interrumpió y Wilson se preguntó si habría terminado, aunque el Presidente no había pronunciado ninguna fórmula de despedida. La voz volvió a vibrar:

Tengo que decir algo desagradable y, aunque así sea, se que lo comprenderéis. Hace pocos minutos he firmado un decreto estableciendo el estado de sitio. Por consiguiente, se declara un período no hábil a efectos comerciales y bancarios. Esto significa que ningún banco ni institución financiera abrirá sus puertas, quedando suspendidas las operaciones hasta nuevo aviso. Asimismo, todas las transferencias de acciones, valores, bonos u otros efectos, quedarán también canceladas hasta nueva orden. Se congelarán precios y salarios. Naturalmente, tal situación es intolerable y no puede mantenerse mucho tiempo. Se trata de un decreto de excepción que dejará de estar en vigor cuando el Congreso y demás organismos gubernamentales puedan publicar las normas restrictivas oportunas según la situación. Confío en que estaréis a nuestro lado mientras dure la emergencia. Sólo después de meditarlo largamente he llegado a la conclusión de que esto era necesario.

Wilson exhaló un prolongado suspiro, dándose cuenta de que hasta ese momento había contenido la respiración.

¡Menudo lío iban a formarle, tanto el país como el cuerpo de Prensa de la Casa Blanca! Por Dios, Steve, podías avisarnos. Podías haberlo dicho. Y nadie le creería cuando asegurase que ni él mismo lo sabía.

Era una medida lógica; lo extraño era que a nadie se le había ocurrido; él mismo debió pensar en ello. Pero no lo hizo. Se preguntó si el Presidente lo habría consultado con alguien, y supuso que no. Disponía de poco tiempo y tenía que ocuparse de otras cuestiones.

El Presidente se despedía de sus oyentes.

—Buenas noches, señor Presidente —le saludó Wilson, y luego se preguntó porqué los demás le miraban tan extrañados.