Tom Manning se volvió ante su escritorio y metió una hoja en blanco en la máquina de escribir. Escribió:
TERCER MONSTRUO LEDE
WASHINGTON, D. C. (Global): Esta noche una bestia desconocida anda suelta por la Tierra. Nadie sabe dónde está. Se ha escapado de un túnel del tiempo de Virginia y desapareció después de dar muerte a la dotación de la pieza de artillería que estaba emplazada frente al túnel precisamente para tratar de impedir lo que sucedió. Otro monstruo murió bajo el fuego del cañón.
Informaciones no confirmadas aseguran que varias personas, además de los soldados, fueron muertas por el monstruo del túnel.
Algunos testigos afirman que la bestia era grande y de movimientos increíblemente rápidos. Nadie logró verla bien. «Se movía con demasiada rapidez para distinguirla», ha declarado uno de los testigos. Desapareció pocos instantes después de salir del túnel. Se ignora dónde puede hallarse ahora.
—Señor Manning —dijo alguien a su lado.
Manning levantó la mirada. Era un botones de la agencia.
—Las fotos del señor Price —dijo el muchacho, entregándoselas.
Manning miró la primera y soltó un bufido.
—¡Jesús! —exclamó en voz alta.
Era la clase de foto que un publicitario espabilado habría deseado para anunciar una película de horror, pero en más auténtico. La criatura saltaba, quizá sobre los artilleros, y respiraba una sensación de tremenda fuerza y agilidad. La película ultrarrápida de Bentley la había captado en toda su ferocidad: la boca llena de colmillos, las pezuñas resplandecientes entre los pelos de su pata levantada, el collar de retorcidos tentáculos alrededor de su cuello cuadrado y grueso. Los ojos tenían un brillo maléfico y el pelo del lomo parecía erizado. Su misma forma era perversa; más que bestial, era tan anormal que provocaba un estremecimiento, no de horror sino de terror alucinante, insensato e irracional.
Manning se volvió de nuevo hacia el escritorio, sobre el cual dejó las fotos. Con un gesto las desplegó en abanico, como si abriera un mazo de cartas. Todas producían horror. Algunas mostraban la gente que huía: sombras oscuras escurriendo el bulto a toda prisa. Otra, no tan clara como Manning hubiera querido, reproducía la hecatombe frente a donde había estado el túnel, con el monstruo muerto entre cuerpos humanos pisoteados.
—Condenado Price —dijo Manning con énfasis—. Olvidó tomar una instantánea del monstruo entre los soldados.