—No me diga que se ha tragado ese cuento —protestó Douglas—. Es demasiado descabellado. Parece algo salido de un relato de ciencia ficción. Le aseguro que nos ha tomado el pelo.
Serenamente, Williams dijo:
—Entonces, ¿tampoco es verdad que sale gente de los túneles del tiempo? Debe haber alguna explicación. Quizá Gale sea un poco fantasioso, pero su relato no es del todo absurdo. Admito que me cuesta un poco…
—Y sus credenciales… —objetó el ministro de Justicia—, o mejor dicho, su documentación: «ombudsman» de la comunidad de Washington. Una especie de asistencia social; ni siquiera es empleado de un Gobierno…
—Quizá no tengan un Gobierno de verdad —señaló Williams—. Comprenda que dentro de cinco siglos las cosas habrán cambiado.
—¿Qué opina, Steve? —intervino el Presidente—. Usted lo trajo.
—Una pérdida de tiempo —terció Douglas.
—Si quiere que me haga responsable de esa historia, naturalmente, me abstengo —respondió Wilson.
—¿Qué dijo Molly? —inquirió Sandburg.
—En realidad, nada. Simplemente me lo entregó. Estoy seguro de que él no quiso franquearse con ella, pero se dejó sonsacar una descripción del mundo del que provienen. A Molly le pareció convincente.
—¿Global News intentó asegurarse la exclusiva? —preguntó Douglas.
—Claro que sí. Cualquier agencia de noticias o cualquier periodista que valga el pan que come habría hecho lo mismo; lo contrario sería una negligencia inexcusable. Pero Manning no presionó demasiado. Sabía tan bien como yo que…
—¿No llegó a un acuerdo? —inquirió Douglas.
—Usted ya sabe que no —respondió el Presidente.
—Lo que necesito ahora —intervino Wilson—, es saber qué debo decirle a la Prensa.
—Nada —dijo Douglas—. Absolutamente nada.
—Saben que he estado aquí. Saben que se prepara algo. No se conformarán así por las buenas.
—No es preciso que se enteren.
—Claro que sí —aseguró Wilson—. No se puede tratar a la Prensa como a un enemigo. Ellos cumplen una función definida. El pueblo tiene derecho a saber lo que ocurre. La Prensa suele colaborar con nosotros y lo hará esta vez, pero no podemos ignorarla. Debemos darles algo y más vale que sea la verdad.
—Podríamos decirles que según nuestras informaciones esta gente podría ser, como dicen, del futuro, pero que necesitamos tiempo para comprobarlo —propuso Williams—. De momento, no podemos decir más; necesitamos estudiar la cuestión.
—Querrán saber a qué vienen —agregó Sandburg—. Steve debe tener preparada alguna respuesta. No podemos enviarlo con las manos vacías. Además, pronto sabrán que hemos emplazado armas delante de los túneles.
—Sería el pánico si supieran por qué se hizo —dijo Williams—. O cundiría una protesta mundial si creyeran que recurrimos a las armas para clausurar los túneles.
—¿Por qué no nos limitamos a decir que los habitantes del futuro temen una gran catástrofe y huyen para salvar el pellejo? —propuso el Presidente—. Sobre las armas, supongo que será preciso decir algo. No podemos permitir que nos pillen en falso. Bastará declarar que se trata de una precaución habitual.
—Pero sólo si lo preguntan— agregó Sandburg.
—Bien —dijo Wilson—, pero esto no es todo. Hay otras cuestiones: ¿Hemos consultado a los demás países? ¿Y qué me dice de la ONU? ¿Se emitirá más tarde un comunicado oficial?
—Es obligado mencionar los contactos con otros gobiernos —respondió Williams—, puesto que les transmitimos la… advertencia relativa a las armas.
—Procure sacudírselos cuanto antes, Steve —terminó el Presidente—. Hay mucho que hacer. Dígales que más tarde convocaremos otra conferencia.