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Los pilotos de la centralita de Judy seguían lanzando destellos. En la sala se agolpaban los periodistas, impacientes. Wilson se acercó a la hilera de repiqueteantes teletipos. Global News transmitía su quinto boletín:

WASHINGTON (GN): Durante la tarde millones de visitantes que aseguran provenir de dentro de quinientos años en el futuro han seguido llegando al mundo actual en una corriente interminable y a través de más de 200 «túneles del tiempo».

En esferas oficiales no se confirma la explicación de que provienen del futuro, aunque ahora comienza a hallar cierta aceptación extraoficial, no tanto en Washington como en ciertas capitales del extranjero. No obstante, y después de asegurar que provienen del futuro, los refugiados ofrecen escasas explicaciones. De fuentes confidenciales se asegura que dentro de pocas horas habrá más información. Hasta el momento, dado lo confuso de la situación, nadie que pueda ser estimado como líder o portavoz ha surgido de entre las multitudes que salen de los túneles. Pero corren algunos rumores de que quizá este portavoz ha sido ya identificado y pronto comunicará un mensaje. La distribución de los túneles es mundial, lo cual ha sido confirmado desde todos los continentes.

Un cálculo oficioso estima en unos dos millones por hora el número de personas que salen de los túneles. A este ritmo…

—Steve —dijo Judy—, está al teléfono Tom Manning.

Wilson regresó a su escritorio.

—¿Ya has conseguido el mandamiento judicial? —preguntó Manning.

—Todavía no. He querido darte tiempo.

—Bien, pídelo cuando quieras. Nuestro abogado dice que puedes hacerlo.

—No creo que lo necesite.

—En efecto, no será necesario. Molly está en camino con Gale y su hija. Llegará dentro de unos veinte minutos, aunque esto depende de la circulación, que empieza a ponerse difícil allí. Llegan muchos mirones y gran cantidad de camiones del ejército.

—Tom, quiero aclarar algo —agregó Wilson—. Comprendo que debías hacerlo. Tenías que intentarlo.

—Steve, hay más.

—¿De qué se trata, Tom?

—Gale habló algo con Molly, no mucho. Le pidió que transmitiera una cosa que, según dijo, no podía esperar.

—¿Quieres decírmelo?

—Pidió que apostáramos piezas de artillería delante de todos los túneles del tiempo. Con obuses de mucha potencia explosiva. Si algo sucede, hay que disparar directamente dentro del túnel. Sin hacer caso de la gente que pueda estar allí, y de ser necesario, seguir disparando.

—¿Dijo qué podría suceder?

—No lo explicó. Simplemente dijo que ya nos daríamos cuenta, y que una explosión derrumbaría el túnel, lo destrozaría, lo destruiría. ¿Me crees?

—Te creo.

—No voy a difundirlo —agregó Manning—. No por ahora.

Wilson colgó y utilizó el teléfono presidencial.

—¿Kim? —preguntó—, ¿cuándo puedo hablar?

—Está hablando por teléfono ahora. Hay otras llamadas que esperan turno. Está reunido con algunas personas. ¿Es importante lo tuyo, Steve?

—Es de la mayor importancia. Debo verle.

—Ven. Te haré pasar tan pronto como pueda.

—Judy —dijo Wilson—. Molly Kimball llegará por la puerta de atrás. Vendrá con dos refugiados.

—Avisaré a Conserjería —respondió Judy—. Y a Seguridad. ¿Qué hacemos cuando lleguen?

—Si no he regresado, que hablen con Kim.