Capítulo V

La inestabilidad de los tipos humanos

La evolución de las razas humanas no ha de ser plenamente comprendida mientras consideremos la forma corporal como absolutamente estable. Debemos investigar la génesis de los diversos tipos.

Si bien es cierto que no es nuestro objeto discutir y describir en detalle la probable evolución de las razas humanas, no podemos omitir algunas consideraciones generales.

La fauna mamífera de fines del terciario difiere fundamentalmente de la de los tiempos modernos. Muy pocas formas de aquel período, el castor y la marmota por ejemplo, sobreviven. En la mayoría de los géneros han tenido lugar importantes cambios de forma en el espacio de tiempo transcurrido desde entonces. Las modificaciones ocurridas en todas las formas superiores de mamíferos hacen muy improbable que el hombre existiera en aquella época, y hasta el presente no se han hallado restos que sugieran su presencia. Por el contrario los ejemplares más antiguos de principios del cuaternario, como el esqueleto javanés del Pithecanthropus erectus los esqueletos de Pekín, y la mandíbula cuaternaria hallada en Heidelberg son decididamente distintos de las formas presentes del hombre. Hacia la última parte del cuaternario aparecen verdaderos tipos humanos, particularmente el hombre de Neandertal —así llamado porque fue en el Valle de Neander, en Alemania, donde se encontró el primer esqueleto de este tipo. Sigue siendo decididamente distinto de las razas humanas vivientes. Podemos descubrir quizás algún rasgo neanderthaloide en un individuo aislado aquí y allá —más frecuentemente en algunas razas que en otras—, pero no sobrevive ninguna raza del tipo Neandertal[13].

Parece que aún en aquel período tan remoto la humanidad no era uniforme, pues formas encontradas en Piltdown, Inglaterra, y en las cuevas de Grimaldi, cerca de Mentón, representan tipos distintos.

Formas estrechamente asociadas con el hombre moderno aparecen en el período inmediatamente posterior a la desaparición del hombre de Neandertal. Los datos paleontológicos, fragmentarios como son, muestran un cambio de formas que comienza con los más antiguos restos prehumanos y humanos conocidos. No podemos demostrar por medio de pruebas paleontológicas cómo se desarrollaron los tipos modernos, pero estamos en condiciones de asegurar que los tipos más antiguos diferían de los de nuestro tiempo y cesaron de existir.

Un cambio gradual en los tipos humanos se manifiesta en las formas morfológicas del hombre viviente. Citaremos las palabras de Wiedersheim:

«En el curso de esta evolución filogenética el cuerpo del Hombre ha sufrido una serie de modificaciones que, en parte, encuentran todavía expresión en su ontogenia. Hay indicaciones de que aún continúan los cambios en su organización, y de que el Hombre del futuro será diferente del Hombre de hoy». La mejor ilustración de estos cambios se encuentra en la forma de ciertos órganos que están sufriendo una reducción. Así podemos observar que en el hombre moderno el dedo pequeño del pie tiene a menudo dos articulaciones, fenómeno presumiblemente debido a la falta de uso funcional. Los dientes también muestran una tendencia a la reducción gradual, especialmente en el tamaño variable de los molares y de los incisivos superiores externos. Una reducción similar se observa en el extremo inferior del tórax, donde el desarrollo de las costillas y el esternón muestra grandes variaciones.

La significación de estos fenómenos reside en el hecho de que en la serie evolutiva los casos anormales que se encuentran en las diversas razas con variada frecuencia, aparecen como nuevas evoluciones que, de convertirse en normales, aumentarían la diferenciación entre el hombre y las formas inferiores. La prueba real de la frecuencia creciente de estos rasgos y de su transformación en características permanentes, no ha sido ofrecida, pero parece plausible.

Confieren especial fuerza a esta deducción la aparición de órganos rudimentarios y sin función y la aparición temporaria de características inferiores durante el desarrollo ontogenético.

Además de estas variaciones progresivas, hay otras que recuerdan formas presentes en los mamíferos superiores y que desde este punto de vista pueden llamarse regresivas. Las formas específicamente humanas han llegado a ser bastante estables mientras que las formas anteriores ocurren raramente. Muchos rasgos del esqueleto y del sistema muscular pertenecen a esta clase. Han sido observados en todas las razas de la humanidad, pero con frecuencia desigual. Algunos de ellos están determinados por causas fisiológicas y se los debe considerar rasgos hereditarios fijos, pero desde un punto de vista puramente morfológico pueden ser interpretados como indicaciones de la línea que ha seguido el tipo humano.

Existe otro punto de vista que debe tenerse presente si queremos lograr una comprensión clara de la significación de los tipos raciales. El hombre no es una forma salvaje, sino que debe compararse a los animales domésticos. Es un ser autodomesticado.

Hace ya muchos años, Fritsch, en sus estudios de la antropología de África del Sur señaló que existe una diferencia peculiar entre la forma del cuerpo del bosquimano y el hotentote y la de los europeos, en que en los primeros Los huesos son más delgados pero de estructura muy sólida mientras que en el europeo el esqueleto aparece más pesado pero de estructura más abierta. Diferencias similares pueden observarse al comparar los esqueletos de animales salvajes y domésticos; y esta observación le indujo a concluir que los bosquimanos son en su condición física hasta cierto punto semejantes a los animales salvajes, mientras que los europeos se parecen en su estructura a los animales domésticos.

Este punto de vista, es decir, que la raza humana en sus formas civilizadas debe compararse no con las formas de los animales salvajes sino más bien con las de los domésticos, me parece sumamente importante; y un estudio algo detallado de las condiciones en que se encuentran varias razas sugiere que en el momento actual en todo el mundo, aun entre los tipos más primitivos de hombre, han tenido lugar cambios que inciden sobre la domesticación.

Hay tres tipos diferentes de cambios debidos a domesticación que deben ser distinguidos claramente. Los cuerpos de los animales domésticos sufren transformaciones considerables como consecuencia de cambios en su nutrición y en el empleo del cuerpo; en segundo término, la selección y por último, el cruzamiento han desempeñado un papel importante en el desarrollo de las razas de animales domésticos.

Algunos cambios de la primera clase se deben a una nutrición más amplia y regular, otros a una nueva dieta impuesta por el hombre; otros aún a la diferente manera en que entran en funcionamiento los sistemas muscular y nervioso. Estos cambios no son completamente iguales entre los animales carnívoros y herbívoros. El perro y el gato, por ejemplo, reciben su alimento con bastante regularidad cuando se encuentran domesticados; pero el alimento que se les da difiere en carácter del que comen el perro y el gato salvajes. Aún entre pueblos cuya dieta consiste casi enteramente de carne, a los perros se los alimenta por lo general con carne hervida, o más bien con las partes menos nutritivas de los animales, hervidas; mientras en otras tribus que utilizan en gran proporción el alimento vegetal, a los perros se los alimenta, con frecuencia con gachas y sustancias vegetales. Lo mismo ocurre con nuestros gatos cuya dieta no es en modo alguno una dieta exclusiva de carne. Los esfuerzos que realizan los animales carnívoros salvajes para obtener su alimento son incomparablemente mayores que los de las correspondientes formas domesticadas; y por esta razón el sistema muscular y el sistema nervioso central pueden haber sufrido cambios considerables.

Los esfuerzos musculares de los animales herbívoros, siempre que se les alimente con pasto, no cambian tan fundamentalmente. Los hábitos de pastar del ganado vacuno y lanar en la domesticación son más o menos los mismos que los de los animales salvajes de la misma clase; pero los movimientos rápidos y la vigilancia requerida para proteger al rebaño contra los animales de rapiña han desaparecido por completo. Los animales criados en establo viven en condiciones altamente artificiales y ocurren en ellos cambios materiales de dieta.

Cambios debidos a estas causas pueden observarse en los tipos más antiguos de animales domésticos, como los que se encuentran en las aldeas neolíticas de Europa, en que aparecen especies europeas nativas en forma doméstica (Keller; Studer).

Pueden también observarse en los perros de los diversos continentes, que difieren en forma notable de las especies salvajes de las que derivan. Hasta el perro esquimal, que es un descendiente del lobo gris y aún se cruza con el lobo, difiere en forma corporal del animal salvaje (Beckmann). Obsérvanse también alteraciones en animales levemente domesticados como el reno del chukchee, que difiere en tipo del reno salvaje de la misma región[14]. Creo muy improbable, a juzgar por lo que conocemos de los métodos de domesticación practicados por tribus como las de los esquimales y chukchee, que la selección artificial haya contribuido en una medida importante a las modificaciones de forma halladas en estas razas de animales domésticos primitivos. Su uniformidad es aún bastante marcada pero han asumido rasgos diferentes de las especies salvajes, a pesar de que todavía se cruzan con las formas salvajes. La mezcla de sangre con el reno salvaje es preferida por el chukchee.

Cierta clase de selección puede ocurrir en formas primitivas de domesticación cuando se impide o estimula el apareamiento y se interviene en la crianza de los animales jóvenes. Dondequiera se practique la castración, donde se utiliza la leche, donde se mata a los animales jóvenes o se los aleja de sus madres y se los da a otros animales, prevalecen condiciones altamente artificiales. Aunque éstas no conduzcan a ninguna clase de selección consciente de formas, perturban la composición natural de los rebaños y pueden llegar a producir modificaciones corporales.

Una diferenciación más marcada de las formas domésticas no parece ocurrir hasta que el hombre empieza a seleccionar y aislar, más o menos conscientemente, ciertas razas particulares. La oportunidad de realizar tal aislamiento ha sido mayor cuanto más antigua la domesticación de cualquier especie particular. Encontramos, por lo tanto, que el número de razas distintas ha llegado a ser mayor en aquellos animales que han estado domesticados por más largo lapso.

El número de variedades de especies domesticadas también aumentó por el cruzamiento intencional o no de especies diferentes, de las que se derivan muchas razas cuya ascendencia es a menudo difícil de descifrar.

En la evolución de las razas humanas, el cambio de modo de vida y el cruzamiento han sido factores sumamente activos. La condición de las tribus de hombres en el mundo entero es tal que no hay una sola cuyo modo de nutrición sea estrictamente idéntico al de los animales salvajes, y un análisis de la cultura humana primitiva demuestra que condiciones similares han prevalecido durante un largo período. En todos aquellos casos en que el hombre practica la agricultura, cuando es dueño de rebaños de animales domésticos que utiliza como alimento, la provisión de alimentos se ha tomado regular y se obtiene merced a la aplicación del sistema muscular en direcciones altamente especializadas. Tenemos ejemplos de esta condición en los negros centroafricanos, que tienen sus huertas cerca de sus aldeas, siendo el cultivo de esas huertas labor esencialmente femenina, mientras los hombres aplican sus esfuerzos a distintos trabajos industriales especializados. Tampoco encontramos entre estas tribus la manera de usar el cuerpo que emplean los animales salvajes para defenderse contra los enemigos. En el combate, la fuerza muscular sola no es decisiva, por el contrario, la excelencia de las armas y la estrategia cuenta tanto como la simple fuerza y agilidad. Las condiciones entre los indios agricultores americanos del Valle del Misisipí o de las selvas sudamericanas son de carácter similar.

Como ejemplo de un pueblo pastoril en el que la regularidad de la nutrición es considerable, podríamos mencionar los criadores de renos de Siberia o los ganaderos de África.

Sabemos, por supuesto, que en todos estos pueblos ocurren períodos de escasez, debido a la pérdida de la cosecha o a epidemias en los rebaños; pero la condición normal es la de tener amplía y regular provisión de alimentos.

Las condiciones entre las tribus de pescadores no son muy diferentes; gracias a los métodos de conservación de provisiones y a la superabundancia de alimento obtenido durante una estación y que alcanza para el resto del año, la nutrición de estos pueblos es igualmente bastante regular. Aquí también, la clase de esfuerzo muscular requerido para obtener alimento es especializado, y difiere del que exige la simple persecución de la caza.

Con estas condiciones se asocian también las selecciones características de materias alimenticias realizadas por las diferentes tribus, tales como la dieta exclusiva de carne de algunas tribus —más pronunciada entre los esquimales y la dieta exclusivamente vegetal de otras, muy generalizada por ejemplo en el sur de Asia. Ambas tienen, con toda probabilidad, un efecto trascendente sobre la forma corporal de estas razas.

Todas estas condiciones son de menor importancia cuando se las compara con el efecto del cambio artificial de las sustancias alimenticias por medio del fuego. El arte de la cocina es universal. Por su intermedio el carácter de la comida y con él las exigencias que se imponen a los órganos digestivos cambia fundamentalmente. La invención del fuego data de tiempo muy remoto. Se hallaron restos de fogones en estratos paleolíticos que, de acuerdo con cálculos moderados se remontan a 50 000 años atrás. El empleo del fuego y la aplicación de métodos purificadores permitieron al hombre utilizar productos vegetales que de otro modo hubieran sido dañinos (Ida Hahn). La papa, la bellota de California, el casabe, la Cyca australiana y la avena silvestre, pertenecen quizá a este tipo.

Podemos decir con justicia que una de las condiciones más fundamentales de la domesticación se estableció al ser aplicado el fuego por vez primera a la preparación de los alimentos.

Además del uso del fuego, los medios artificiales de protección contra el clima y los enemigos son factores importantes en el proceso de domesticación, porque modifican esencialmente las condiciones de la propagación y el curso del desarrollo individual. Bajo influencias protectoras las probabilidades de sobrevivir de formas cambiantes y con ello la composición de la población pueden ser alteradas sustancialmente. Las herramientas y el uso de ropas como protección contra el clima son los inventos más importantes de este género. El empleo de herramientas es de muy antigua data. En realidad se sabe de la primera aparición del hombre solamente por la presencia de implementos de piedra, en una época que debe situarse en la primera parte del período glacial, A los primeros implementos de piedra, debidos indudablemente a la mano del hombre, puede atribuírseles una edad no menor de 150000 años. Evidencias del uso de ropas las tenemos también en el período paleolítico, aproximadamente para la misma época que las pruebas del empleo del fuego.

Deducimos pues que el período de domesticación del hombre debe haber comenzado a principios del cuaternario y se intensificó con el descubrimiento del uso del fuego.

El segundo grupo de causas poderosas en el desarrollo de distintas razas de animales domésticos, esto es, la selección consciente, no ha sido probablemente nunca muy activa en las razas humanas. No sabemos de caso alguno en que pueda demostrarse que la alianza entre tipos distintos del mismo origen estuviera prohibida; y cualquier selección que pueda haber existido en la formación de la sociedad primitiva parece haber sido más bien del tipo de selección natural que estimula el apareamiento de un ser con otro semejante, o de selección tan intrincada como la debida a las leyes sociales de interalianzas, que impedían o estimulaban los matrimonios de parientes de cierto grado, y a menudo también de miembros de distintas generaciones. Así, entre ciertas tribus, es usual que los hijos de un hombre se casen con los de su hermana, mientras que a los hijos de hermanos y a los hijos de hermanas no se les permite contraer enlace entre sí. Existen numerosas restricciones similares y es muy posible que hayan ejercido cierto efecto selectivo, aunque difícilmente puede suponerse que su acción tuviera resultados muy notables sobre la forma del cuerpo humano. Las costumbres que prescriben la muerte de los mellizos o de los niños que presentan anormalidades de forma o color, también pueden haber tenido una leve influencia selectiva.

En algunos casos las leyes sociales tuvieron el efecto indirecto de perpetuar las distinciones entre partes separadas de una población o al menos el de retardar su completa amalgamación. Tal es el caso donde las leyes de endogamia se refieren a grupos de distinto origen y pueden observarse, por ejemplo, entre las castas de Bengala, donde las castas inferiores son del tipo característico indio del sur, mientras que las castas superiores conservan el tipo de las tribus del noroeste de India (Risley y Gait). Las numerosas castas intermedias demuestran, sin embargo, que las leyes de endogamia aun donde imperan tan estrictamente como en la India, no pueden impedir la mezcla de sangre. Si en casos extremos la endogamia en grupos pequeños, como entre los antiguos egipcios, ha conducido o no a la formación de tipos bien definidos, es cuestión a la que no puede responderse, pero lo cierto es que ninguno de estos tipos, hallándose en medio de una gran población, ha sobrevivido.

El tercer elemento de domesticación ha sido muy importante en la evolución de las razas del hombre. Los cruzamientos entre tipos distintos son tan marcadamente comunes en la historia de los pueblos primitivos y tan poco frecuentes en la historia de los animales salvajes, que en este caso la analogía entre los animales domésticos y el hombre resulta muy clara. Casos de formas híbridas de animales salvajes superiores son raros en casi todas partes; mientras que los animales domésticos se han cruzado y vuelto a cruzar incesantemente. Los cruzamientos entre los más distintos tipos de hombre ocurren también frecuentemente. Como ejemplo, podríamos mencionar las interalianzas entre las tribus hamíticas del Sahara y las tribus de negros del Sudán (Nachtigal 2); las mezclas entre los negritos y los malayos, tan comunes en la península malaya (Martin, págs. 1011-1012) y que son probablemente en gran parte causa de la peculiar distribución de tipos en todo el archipiélago malayo; las mezclas que han tenido lugar en Fidji; la de los ainos y japoneses en la parte norte de Japón; de europeos y mongoles en la Europa Oriental; para no hablar de las mezclas más recientes entre europeos y otras razas que incidieron en la gradual distribución de los europeos por el mundo entero, Los rasgos distintivos de las razas humanas son en muchos casos análogos a aquellos que caracterizan a los animales domésticos[15]. La melanosis que es un intenso aumento de pigmento y el albinismo, que es una marcada pérdida del pigmento se cuentan entre ellos. La piel del oso negro, la pantera negra y el topo negro es negra pero en general el pelo de ese color no es común en los mamíferos salvajes. Individuos de pelo negro se encuentran en diversas especies. Se han observado ratas y conejos negros, corzos, jirafas, tigres y armiños negros.

Más raro aún es el pelo rubio y la escasez general de pigmento que se manifiesta en el cutis claro y los ojos azules. Esta pérdida, sin embargo, se encuentra en muchas razas domésticas, particularmente en cerdos y caballos. La gran variación en el tamaño de la cara pertenece a la misma clase. El acortamiento de la cara, como en ciertas razas de ovejas, cerdos, caballos y perros, y sus alargamientos en otras razas, es comparable a las formas excesivas que se observan en los blancos por una parte y los negros por la otra. El pelo rizado no es característico de los animales salvajes, pero formas similares se encuentran en la domesticación.

El pelo del perro de lanas es algo semejante en sus características al del negro. La longitud excesiva del pelo de la cabeza también puede haberse desarrollado debido a condiciones de domesticación. No se conocen animales salvajes con tan excesiva longitud de pelo, pero se nota alargamiento de la melena en el caballo domesticado y del pelo del cuerpo en los gatos y perros. Una gran variación de estatura es también característica de los animales domésticos en contraste con las formas salvajes.

Importantes cambios funcionales son también comunes al hombre y a los animales domésticos. La periodicidad del funcionamiento sexual se ha perdido en el hombre y en una cantidad de animales domésticos. Las glándulas mamarias, que en los animales salvajes se desarrollan periódicamente, se han hecho permanentes en algunos de nuestros animales domésticos y en el hombre.

Parece también que anomalías de conducta sexual tales como el homosexualismo son características de los animales domésticos y de todas las razas del hombre.

El proceso de la domesticación humana sólo puede estudiarse en sus resultados. La influencia directa del medio ambiente puede ser investigada experimental y estadísticamente.

Un examen de organismos vegetales y animales demuestra que en muchos casos la forma variará de acuerdo con las influencias del medio ambiente. Esto es particularmente claro en las plantas. Plantas que crecen habitualmente en el llano, cuando se las transporta a grandes alturas asumen la forma de plantas alpinas. Debido a la fuerte insolación y a las noches frías, sus hojas se vuelven pequeñas y sus tallos se acortan. A la inversa, plantas alpinas trasplantadas a las planicies desarrollan hojas más largas y sus troncos se alargan (Haberlandt). El ranúnculo que crece en el agua tiene hojas muy reducidas, mientras que aquellas partes que crecen en el aire tienen una superficie continua. Las plantas que crecen en suelo árido tienen gruesas paredes epidérmicas externas impermeables; excretan cera y poseen estomas profundamente hundidos. Estos rasgos a menudo se pierden cuando se las cultiva en la humedad.

O. F. Cook expresa observaciones similares, como se verá: «Los zoólogos especulan acerca de cuestiones tales como la de si huevos de pájaros carpinteros de Vancouver trasladados a Arizona, empollarían pájaros carpinteros de Arizona, o si los individuos trasladados adquirirían caracteres propios de Arizona en varias generaciones. Lo que estos pájaros podrían o no hacer depende de la elasticidad orgánica que puedan poseer, pero el experimento es innecesario para responder a la cuestión general, toda vez que las plantas muestran un alto desarrollo de este poder de rápida adaptación a condiciones diversas. No es siquiera necesario que los huevos sean incubados en Arizona. Muchas plantas, como ya se ha observado, pueden adaptarse a tales cambios en cualquier etapa de su existencia y están habituadas a hacerlo regularmente. Son pescado y carne a la vez. En el agua tienen forma, estructura y funciones de otras especies estrictamente acuáticas; en tierra están igualmente preparadas para conducirse como especies terrestres».

Todo esto demuestra que una especie debe ser definida describiendo toda la escala de sus variaciones en cada clase de ambiente en que pueda ocurrir. En otras palabras, su forma es determinada por causas ambientales. No debe considerarse a la especie como absolutamente estable ni tampoco sujeta a variaciones accidentales, sino determinada de manera definida por las condiciones de vida.

Prevalece la impresión general de que entre los mamíferos superiores esta variabilidad es tan leve que puede ser despreciada, y que particularmente en el hombre las líneas de un mismo origen son estables. Sin embargo, numerosas observaciones demuestran que la forma corporal depende de las condiciones exteriores. Hans Przibram ha investigado la influencia de la temperatura del cuerpo sobre la longitud de la cola de las ratas y descubrió, que al elevar la temperatura del cuerpo, trasladando las ratas de un clima fresco artificial a otro cálido, la longitud proporcional de la cola de las ratas vivas y nacidas en el clima más cálido, aumenta.

Miembros de la misma raza viven en condiciones climáticas y sociales muy diferentes. Los europeos están diseminados por el mundo entero. Habitan en el Ártico y en los trópicos, en desiertos y en países húmedos, en grandes alturas y en bajas planicies. En cuanto a los medios de vida podemos contrastar al profesional, al sedentario, al labriego, al aviador, al minero. Algunos europeos viven de manera no muy diferente a la de los pueblos más simples, pues el modo de vida de los indios agricultores de Norte América en la época de Colón, o de algunas tribus agrícolas de negros es, en lo que la nutrición y ocupación concierne, completamente similar a la suya. También algunos de los pescadores de la costa de Europa pueden ser comparados por su modo de vivir, a los pescadores de América o Asia. Comparaciones más directas pueden establecerse entre los pueblos de Asia oriental, donde podemos contrastar a los chinos cultos con las tribus primitivas del río Amur, a los japoneses del norte con los ainos, a los malayos civilizados con las tribus montañesas de Sumatra o las Filipinas.

Dentro de la raza negra es posible formular comparaciones semejantes cuando contrastamos la pequeña clase educada de negros de América con hombres de las tribus de África, y dentro de la raza americana sí comparamos a los indios educados, de la América española especialmente, con las tribus de las planicies y las selvas vírgenes. Es obvio que en todos estos casos estamos comparando grupos del mismo origen, pero que viven en distintas condiciones geográficas, económicas, sociales y ambientales de todo orden. Si encontramos diferencias entre ellos, sólo pueden deberse, directa o indirectamente, al medio ambiente. Así se presenta el problema fundamental de hasta qué punto son estables los tipos humanos, en qué medida variables bajo las influencias del ambiente.

Es difícil emprender esta investigación sobre la base de una comparación directa entre tipos primitivos y civilizados pertenecientes a las mismas razas, en parte porque el material no se logra sin trabajo, en parte porque la homogeneidad de la raza ofrece a menudo motivo de duda; pero se echa de ver inmediatamente que las investigaciones sobre la variabilidad de los tipos humanos que viven bajo el efecto de diferentes tipos de ambiente nos ayudará a obtener una mejor comprensión del asunto en examen, de modo que nos vemos conducidos a una discusión más general del problema de la estabilidad o variabilidad de la forma del cuerpo humano.

La tendencia general en la investigación antropológica fue la de suponer la permanencia de las características anatómicas de las razas actuales, comenzando con las europeas de los primeros tiempos neolíticos, Kollman, el más entusiasta defensor de esta teoría, sostiene que los restos humanos más antiguos descubiertos en los depósitos neolíticos de Europa representan tipos que aún se encuentran, inalterados, entre la población moderna civilizada del continente. Ha tratado de identificar todas las variedades encontradas en la población neolítica prehistórica con aquellas que viven en la época presente.

Todos los estudios de la distribución de la forma de la cabeza y de otros rasgos antropométricos han demostrado su uniformidad en superficies continuas considerables y a través de largos períodos; de ahí la natural deducción de que la herencia controla las formas antropométricas, y que éstas son, por lo tanto, estables (Deniker).

No todas las características del cuerpo humano pueden considerarse igualmente estables. Aún si la forma de la cabeza y otras proporciones estuviesen determinadas enteramente por la herencia, es fácil ver que el peso depende de las condiciones más o menos favorables de la nutrición. Más todavía, todo el volumen del cuerpo está parcialmente determinado por las condiciones prevalecientes durante el período del crecimiento.

Esto quedó demostrado por el aumento general de estatura ocurrido en Europa desde mediados del siglo pasado, como pudo probarse con toda claridad comparando las medidas de los estudiantes de Harvard con las de sus propios padres, que habían concurrido al mismo colegio.

La diferencia en favor de la generación más joven en aquellos individuos cuyo desarrollo puede considerarse completo es de alrededor de 4 cmts (Bowles). Los judíos nativos de la ciudad de Nueva York, medidos en 1909, acusaron medidas inferiores a los medidos en 1937 (Boas 18). La diferencia es manifiesta tanto en los adultos como en los niños de edades correspondientes. La tabla siguiente muestra el porcentaje medio respecto a la medición de 1909.

Varones

Mujeres

Estatura

6,5

2,6

Longitud de la cabeza

2,5

1,6

Ancho de la cabeza

1,3

1,2

Ancho de la cara

3,8

2,4

Si bien el aumento de la estatura total es mayor que el de las medidas de la cabeza tanto la serie presente como la serie de mediciones de Harvard de varias partes del tronco y de las extremidades demuestran que hay un aumento en todas las dimensiones, que no depende solamente de la influencia indirecta del crecimiento en volumen. Es una expresión de la variada reacción del cuerpo a los cambios del ambiente.

El período de hambre en Europa Central que trajo consigo el bloqueo y su criminal extensión mientras duró la disputa por el botín de guerra, muestra el efecto de la nutrición insuficiente sobre el desarrollo del cuerpo. Un grupo de aprendices de Viena, medidos en 1919 y 1921 tenían las siguientes medidas (Lebzelter):

Edades

Estatura

Peso en Kilogramos

1919

1921

1919

1921

14-15

151,8

154,6

40,9

44,3

15-16

155,3

158,7

42,7

45,5

16-17

160,5

162,6

47,5

50,1

17-18

165,3

163,3

51,31

53,6

Las diferencias entre los adinerados y los pobres son también extraordinarias. Muchas observaciones han demostrado que el tamaño del cuerpo depende de la condición económica de los padres. Los estudios de Bowditch sobre el crecimiento de los escolares de Boston y muchos otros han probado este punto.

Los niños hebreos de Nueva York que asisten a las escuelas públicas sobrepasan a los de un asilo de huérfanos en 6 o 7 cm (Boas 16); los niños negros concurrentes a las escuelas públicas sobrepasan a los de un asilo de huérfanos en proporción similar (Boas 18). Los estudios de Gould probaron que los nativos de todos los países alistados en el Oeste y medidos durante la Guerra de la Rebelión eran más altos que los alistados en el Este.

Los cambios en el volumen del cuerpo están necesariamente relacionados con los cambios de proporciones. Dejando aparte el desarrollo prenatal, encontramos que en el momento del nacimiento, algunas partes del cuerpo están tan plenamente desarrolladas que no se encuentran muy lejos de su tamaño final, mientras que otras no están desarrolladas por completo. Así el cráneo, que es comparativamente grande en el momento del nacimiento, crece rápidamente durante un corto período, pero muy pronto se aproxima a su medida completa y luego continúa creciendo muy lentamente. Las extremidades, en cambio, crecen rápidamente durante muchos años. Otros órganos no comienzan su rápido desarrollo hasta mucho más tarde. Así sucede que influencias retardadas o aceleradas que actúan sobre el cuerpo en diferentes períodos del crecimiento pueden dar resultados totalmente diferentes, Después que la cabeza ha completado casi su crecimiento, influencias retardadas pueden aún influir sobre la longitud de los miembros, El rostro, que crece rápidamente durante un período más prolongado que el cráneo, puede ser influido más tarde que este último, En resumen, la influencia del ambiente puede ser tanto más marcada cuanto menos desarrollado esté el órgano sujeto a ella.

Cambios en la forma final pueden también ser determinados por la profesión. Un estudio de la forma de la mano realizado por Buzina y Lebzelter demostró que la razón del ancho al largo difiere considerablemente según las diversas ocupaciones. La razón hallada fue para los:

Herreros

46,9

Cerrajeros

46,3

Albañiles

46,4

Cajistas

43,3

Empleados de Correo

43,8

La disminución de esta razón se debe principalmente a una disminución del ancho de la mano.

La tendencia general de estos estudios del crecimiento acentúa así la importancia del efecto de la rapidez del desarrollo sobre la furnia final del cuerpo. Las enfermedades en la primera infancia, la desnutrición, la falta de sol, aire puro y ejercicio físico son causas retardadoras que hacen que un individuo en crecimiento, de cierta edad, sea por su desarrollo fisiológico, más joven que otro sano y bien nutrido que goza de abundante aire puro y emplea convenientemente su sistema muscular. El retardo o aceleración tienen, más aún, el efecto de modificar el curso posterior del desarrollo, de modo que el estado final será tanto más favorable cuanto menor sea el número de causas retardadoras.

Estos hechos relacionados con el crecimiento son de fundamental importancia para la correcta interpretación de los tan discutidos fenómenos de la detención temprana del crecimiento. Entre miembros de la misma raza un período prolongado de crecimiento debido al medio ambiente des favorable corre parejo con el desarrollo desfavorable, mientras que un periodo abreviado de crecimiento debido a un medio ambiente favorable da por resultado dimensiones mayores de todas las medidas tísicas. De aquí se sigue que al juzgar el valor fisiológico de la detención del crecimiento, el mero hecho de que el crecimiento cese en una raza en una época más temprana que en otra no puede ser considerado significativo por sí mismo, sin observaciones sobre las condiciones determinantes de la rapidez del crecimiento.

En qué medida puede haber cambios en los tipos humanos que no se explican por la aceleración o retardo del crecimiento es una cuestión que aun no fue resuelta. Rieger atribuye las diferencias en la forma de la cabeza al efecto de condiciones fisiológicas y mecánicas, y Engel destaca el efecto de la presión de los músculos sobre las formas de la cabeza. Walcher y Nyström tratan de explicar diferentes formas de cabeza por la consideración de la posición del infante en la cuna. Ellos creen que la posición de espaldas produce cabezas redondas; la posición de costado, cabezas alargadas. Parecería, sin embargo, que las diferencias en las formas de la cabeza en extensas superficies de Europa en que las criaturas son tratadas de la misma manera, son demasiado grandes para que tal explicación sea aceptable.

Se llevan a cabo numerosas observaciones que demuestran de modo concluyente una diferencia entre los tipos urbanos y rurales. Estas observaciones fueron efectuadas por primera vez por Ammon, quien demostró que la población urbana de Haden difiere de la población rural por la forma de la cabeza, estatura y pigmentación. Consideraba que esto se debía a la migración selectiva, suponiendo una relación entre las atracciones de la vida ciudadana y la forma de la cabeza. Su observación está de acuerdo con las observaciones realizadas por Livi en las ciudades de Italia, que demuestran también una diferencia cuando se las compara con las del campo circundante. Una explicación que ofrece Livi, parece dar una razón fehaciente de la diferencia entre la población de la ciudad y del campo, sin que sea necesario admitir un efecto considerable de la selección natural, lo que presupone una correlación improbable entre la elección de domicilio, o entre mortalidad y fertilidad por un lado, y rasgos como la forma de la cabeza y la pigmentación por el otro. El cambio de tipo en las ciudades, por lo que se ha observado, es de tal carácter, que el ciudadano tipo siempre muestra gran parecido con el tipo medio de todo el vasto distrito en que está situado. Si la población rural local es acentuadamente de cabeza redonda y el tipo general de una superficie mayor de la que proviene la población ciudadana de cabeza más alargada, entonces entre la población de la ciudad predominará la cabeza más alargada y viceversa.

Pero un estudio más cuidadoso de la población de la ciudad demuestra que esta explicación no es adecuada. Si el movimiento hacía la ciudad desde lugares distantes del campo fuera la causa de los cambios de tipo, esperaríamos encontrar mayor heterogeneidad entre los habitantes de la ciudad que en la población rural. Pero tal no es el caso; la diferencia de variabilidad entre la ciudad y el campo es muy insignificante. La población de Roma ofrece un excelente ejemplo de ello. Suponiendo que los romanos, que durante miles de años se concentraron en la ciudad provenientes de todas partes del Mediterráneo y de la Europa meridional, retienen la forma corporal de sus antepasados, y si sus descendientes sobrevivieran, sería de esperar un altísimo grado de variabilidad. En realidad, la variabilidad es casi la misma que la que se encuentra en el campo circundante.

Hasta tiempos muy recientes no se poseía prueba alguna de verdaderos cambios de tipo, excepto las observaciones de Ammon y las de Livi sobre las características físicas de las poblaciones rurales y urbanas a que acabo de referirme, y algunas otras acerca de la influencia de la altitud sobre la forma física.

Una influencia directa del ambiente sobre la forma corporal del hombre se ha encontrado en el caso de los descendientes nacidos en América de inmigrantes europeos[16] y en el del japonés nacido en Hawai (Schapiro). Los rasgos estudiados de los descendientes de inmigrantes fueron las medidas de la cabeza, la estatura, el peso, y el color del cabello. Entre éstos, sólo la estatura y el peso están estrechamente vinculados a la rapidez del crecimiento, mientras las medidas de la cabeza y el color del cabello están sólo levemente sujetos a estas influencias. Las diferencias en el color del cabello y el desarrollo de la cabeza no pertenecen al grupo de medidas que dependen, en sus valores finales, de las condiciones fisiológicas durante el período del crecimiento. Por lo que se sabe, dependen principalmente de la herencia.

La forma de la cabeza de los descendientes nacidos en América difiere de la de sus padres. Las diferencias se desarrollan en la primera infancia y persisten durante toda la vida. El índice cefálico del nacido en el extranjero es prácticamente el mismo, cualquiera sea la edad del individuo en el momento de inmigración. Podría esperarse esto cuando los inmigrantes son adultos o casi maduros; pero hasta los niños que vienen aquí de un año o pocos años de edad desarrollan el índice cefálico del nacido en el extranjero. Para los hebreos este índice fluctúa alrededor de 83, pero el de los nacidos en América cambia súbitamente. El valor desciende a alrededor de 82 para tos nacidos inmediatamente después de la inmigración de sus padres y alcanza a 79 en la segunda generación; esto es, entre los hijos de los hijos nacidos en América de inmigrantes. El efecto del ambiente americano se hace sentir en seguida, y aumenta lentamente con el aumento del tiempo transcurrido entre la inmigración de los padres y el nacimiento del hijo. Observaciones efectuadas en 1909 y en 1937 dan el mismo resultado.

Las condiciones entre los sicilianos y napolitanos son completamente similares a las observadas entre los hebreos. El índice cefálico de los nacidos en el extranjero permanece constantemente casi en el mismo nivel. Los nacidos en América inmediatamente después de la llegada de sus padres muestran leve aumento del índice cefálico.

La inmigración italiana es tan reciente, que son muy pocos los individuos nacidos muchos años después del arribo de sus padres a América y no ha sido observado ningún individuo de la segunda generación. Por esta razón es casi imposible decidir si el aumento del índice cefálico continúa con el espacio de tiempo transcurrido entre la inmigración de los padres y el nacimiento del niño.

Los índices cefálicos de los portorriqueños sugieren también inestabilidad de la forma según lo expresa dicha medición. Hombres adultos con uno de sus progenitores nacido en España tenían un índice de 79,7. Portorriqueños nativos sin ninguna o por lo menos muy leve mezcla de sangre negra tenían un índice de 82,8, mientras los que tenían mezcla de negro acusaban un índice de 80,8. Toda vez, que los negros americanos tienen un índice promedio de 76,9 y los mulatos de 77,2, debe haber una causa local para el aumento. No es probable que subsista suficiente sangre india como para causar el acortamiento de la cabeza. Parece más plausible que también aquí estemos ante otro cambio debido a causas ambientales. Observaciones realizadas en La Habana no están en completo acuerdo con las efectuadas en Puerto Rico (Boas 2). Georges Rouma halló para los niños blancos un índice de 78,6, para los mulatos 77,5 y para los negros 76,6. Quizá un elemento más numeroso de nacimientos españoles pueda explicar el bajo índice de los blancos.

Sería erróneo sostener que todos los distintos tipos europeos se convirtieron en uno solo en América, sin mezclarse, únicamente por la acción del nuevo ambiente. Los datos disponibles demuestran sólo las condiciones prevalecientes en algunas ciudades. La historia de los tipos británicos en América, de los holandeses en las Indias Orientales, de los españoles en Sudamérica, favorece la suposición de una plasticidad estrictamente limitada. Nuestra discusión debería fundarse sobre esta base más moderada, a menos que pueda probarse una línea inesperadamente amplia de variabilidad de tipos.

El efecto del ambiente sobre la forma corporal podría determinarse mejor si fuera posible estudiar las formas corporales de individuos de idéntico carácter genético que viven en distintos tipos de ambiente. Esta oportunidad la ofrecen los mellizos idénticos, esto es, mellizos engendrados en un solo óvulo. Desgraciadamente es pequeño el número de casos en que sabemos con certeza que los mellizos se han desarrollado de este modo. Generalmente la identidad se infiere de su semejanza, y su semejanza es tomada como resultado de su identidad. Si bien es probable que por este método se pueda descubrir a la mayoría de los mellizos idénticos, la lógica de la selección es insatisfactoria y debemos aceptar sus resultados como aproximaciones.

Von Verschuer demostró que durante el período de la adolescencia los mellizos idénticos son más desemejantes que en la primera infancia o en la edad adulta. Esto es una expresión de esa parte de la variabilidad en el ritmo del crecimiento que se debe a causas exteriores y que se observa en todos los estudios sobre el crecimiento. Un estudio del índice cefálico de los mellizos basado en material recogido por Dahlberg en Noruega demuestra que la variabilidad fraternal del índice cefálico de mellizos que se presume idénticos es ±1,5 mientras que la de mellizos fraternos es de ±2,3[17]. La considerable variabilidad de los mellizos idénticos debe atribuirse en parte a causas ambientales, en parte también a la probable inclusión de algunos pares no idénticos. Hasta qué punto causas patológicas externas pueden influir sobre el desarrollo queda evidenciado en el caso de uno de los mellizos idénticos que es privado de la oportunidad de desarrollarse convenientemente debido a su posición en la matriz. No hay razón para suponer que en condiciones exteriores diferentes la diversidad de los mellizos idénticos no pudiera acrecentarse considerablemente. Una investigación detallada que efectuara Newman del desarrollo corporal y mental de mellizos idénticos criados aparte demuestra que el funcionamiento fisiológico y psicológico está marcadamente sujeto a influencias ambientales.

La selección es otra posible causa del cambio de tipo de una población. La extinción de tribus como la de los tasmanios o la de los indios californianos provocada por un excesivo índice de mortalidad, incluida la despiadada persecución por parte de los colonizadores, y por un índice cada vez más bajo de natalidad, no afecta al grupo sobreviviente. Dentro de un grupo debemos esperar cambios de tipo dondequiera exista una correlación entre la forma corporal y el índice de natalidad, morbilidad, apareamiento y segregación. Estas correlaciones existen en todas las poblaciones heterogéneas con estratificación social. Los linajes familiares no son nunca exactamente los mismos. Si los linajes familiares son socialmente estratificados, las diferencias en índice de natalidad, mortalidad o migración que están socialmente determinados, producen cambios en el tipo general. Los ejemplos de tal estratificación son muy numerosos. En países como los Estados Unidos con fuerte y heterogénea inmigración en que el status social y ubicación del inmigrante están principalmente determinados por el país de origen, tales cambios selectivos deben ocurrir.

Aún en poblaciones heterogéneas la selección puede resultar efectiva sólo cuando la heterogeneidad de estratos sociales se debe a la herencia. Si está determinada por causas fisiológicas, tales como diferencias en la nutrición y ocupación de los grupos sociales y no por condiciones trasmitidas hereditariamente, no habrá un pronunciado cambio de tipo debido a la selección. Esta consideración a menudo se olvida y por este motivo muchos de los hechos alegados no son significativos.

La selección actúa principalmente a través de la estratificación social. No depende de modo inmediato de la forma corporal. Los efectos de la selección sólo pueden determinarse por un examen exacto en cada estrato socialmente homogéneo de los sobrevivientes de un tipo dado, comparados con los que murieron, por un estudio de la relación de la fecundidad y de la tendencia a emigrar con la forma corporal.

Casi no conozco ejemplo que pruebe fuera de toda duda la influencia directa de la selección en el sentido en que se ha demostrado que la morbilidad, fecundidad, emigración y apareamiento selectivo dependen únicamente de formas corporales sanas —dejando de lado casos de persecución de un estrato social que tiene una distribución hereditaria de frecuencia de tipos diferentes de la población general.

También se sostiene que los individuos poco pigmentados están más expuestos a la malaria que los de color oscuro, y Von Luschan [2] presume una eliminación gradual de los rubios kurdos que emigran a las llanuras de la Mesopotamia.

La fuerte insolación de los trópicos es desfavorable a los europeos de escasa pigmentación, mientras que las razas más oscuras están mejor protegidas. Condiciones de esta clase producirán un cambio gradual de tipo en la población expuesta a ellas por largo período.

Existen otras pruebas de una relación entre la forma corporal y la incidencia de ciertas enfermedades que puede ejercer una leve influencia sobre la composición de una población. Las investigaciones modernas acerca de la complexión física están orientadas en este sentido. Queda por determinar en qué medida serán trascendentes sus resultados.