Desde 1911, fecha en que apareció la primera edición de The Mind of Primitive Man se realizaron numerosos trabajos en todas las ramas de la ciencia, que tuvieron que ser tomados en consideración por los problemas que el libro trata. El estudio de la herencia dio pasos importantes y ayudó a aclarar el concepto de raza. La influencia del medio ambiente sobre el físico y el comportamiento fue el tema de muchas investigaciones y las actitudes mentales del hombre «primitivo» fueron estudiadas desde nuevos puntos de vista. Por esta razón una gran parte del libro tuvo que ser escrita y corregida de nuevo.
El primer enunciado de algunas de las conclusiones a que se llega en el mismo, fue hecho en un discurso pronunciado por el autor, cuando era vicepresidente de la Sección Antropología de la Asociación Norteamericana para el Progreso de la Ciencia, en 1895. Desde esa época el tema siguió siendo una de sus mayores preocupaciones. El resultado de sus estudios fue la certeza siempre creciente en sus conclusiones. No existe una diferencia fundamental en los modos de pensar del hombre primitivo y el civilizado. Una estrecha relación entre la raza y la personalidad nunca fue establecida. El concepto de tipo racial como se utiliza comúnmente, aun en la literatura científica, es falso y requiere una redefinición, tanto lógica como biológica. Aunque pueda parecer que un gran número de estudiantes norteamericanos de biología, psicología y antropología está de acuerdo con estos puntos de vista, el prejuicio popular, basado en la anterior tradición científica y popular, sin duda no ha disminuido, porque el prejuicio racial es todavía un factor importante en nuestra vida. Aun peor es la dependencia de la ciencia de los prejuicios incultos en los países dirigidos por dictadores. Tal control se ha extendido particularmente a libros que tratan sobre la raza y la cultura.
Desde que no está permitido publicar nada que sea contrario a las fantasías y prejuicios producto de la ignorancia de la camarilla gobernante, no puede existir una ciencia fidedigna. Cuando un editor, cuyo orgullo estriba en el número y valor de sus obras científicas, anuncia en su catálogo un libro que trata de demostrar que la mezcla de las razas no es perjudicial, lo retira cuando toma el poder un dictador; cuando se vuelven a hacer grandes enciclopedias de acuerdo con dogmas prescritos; cuando los hombres de ciencia no se atreven o no se les permite publicar resultados que contradigan las doctrinas prescritas; cuando otros, con el objeto de promover sus propios intereses materiales o cegados por emociones incontroladas siguen ciegamente el camino trazado, ninguna confianza puede depositarse en sus enunciados. La supresión de la libertad intelectual proclama la muerte de la ciencia.
Franz Boas
Nueva York, Columbia University
Enero de 1938