Regresemos a Afganistán, que habíamos dejado unas páginas atrás sumido en una cruenta guerra civil. En 1996, los islamistas talibanes entraron en Kabul, la capital, lanzando alaridos de victoria y dando tiros al aire, como suelen hacer en nacimientos (de hijos varones), bodas y otras ocasiones festivas.[557]
Habían conquistado el país. Ahora tocaba reconstruirlo y gobernarlo. En su noble afán por regresar a los añorados tiempos de Mahoma impusieron el burka a las mujeres, la barba a los hombres, y la lapidación pública a los adulterios. Además prohibieron la televisión, la música, la radio recreativa, las chaquetas y la ropa vaquera, símbolos todos del satánico Occidente.[558]
Hubieran podido gobernar plácida y coránicamente muchos años si no llega a ser porque, en su afán ecuménico por extender los beneficios del islam al resto de la humanidad, acogieron a muchos terroristas y dieron asilo a Bin Laden tras los atentados que destruyeron las Torres Gemelas de Nueva York, ocasionaron tres mil muertos y humillaron al Tío Sam (2001).
Bin Laden a salvo y Afganistán convertido en santuario terrorista era más de lo que Estados Unidos podía consentir. No había pasado un mes desde la caída de las Torres Gemelas cuando fuerzas de la OTAN y de la Alianza del Norte (contando con la bendición de las Naciones Unidas) atacaron a los talibanes y a los terroristas en sus santuarios (operación Libertad Duradera) y ocuparon las zonas neurálgicas del país.[559]
Hoy los talibanes mantienen su guerra de guerrillas contra el ocupante occidental y Afganistán es un Estado fallido cuyo gobierno títere (Autoridad Interina Afgana reconocida como «depositario de soberanía afgana») sólo se mantiene por la protección de las tropas de 48 países, entre ellos España, integradas en la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF).[560]
Mal asunto ese avispero de fanáticos irritados por las torpezas que cometen las fuerzas occidentales (entre las que se cuentan crecidas bajas entre la población civil).[561] El final del embrollo se ve venir: Occidente retirará las tropas y abandonará al gobierno títere (y al país) a su suerte, o sea a los fundamentalistas islámicos.
A menudo se piensa que cada cual tiene lo que se merece, y eso es extensivo a los países, pero también es cierto que si los saudíes no hubieran costeado a los talibanes, los americanos no los hubieran armado y los pakistaníes no los hubieran entrenado, lo mismo Occidente habría evitado los problemas que le causa el terrorismo islámico formado o concienciado a raíz de las guerras de Afganistán.
Arriba, Joanne Herring y Bush. Debajo, un felicísimo afgano provisto de FIM92-Stinger.