En su noble empeño por dominar el mundo (con sus mercados) o, al menos, imponerle su ideología, los americanos y los soviéticos se han metido en jardines de los que han salido algo trasquilados.
Vietnam es una península rica en materias primas estratégicas (caucho, wolframio, estaño) y opio. En 1957 estalló un conflicto entre Vietnam del Norte (procomunista) y Vietnam del Sur (prooccidental). A los del norte (Vietcong) los ayudaban los soviéticos y los chinos; a los del sur, los americanos, que se fueron implicando con «consejeros militares» (o sea soldados), hasta medio millón (de los que murieron 58.159), sin que mediara declaración de guerra alguna.
El país, una jungla insalubre obstaculizada por las montañas, resultó imposible de controlar (lo que vemos en las películas Apocalypse Now y Platoon). Los americanos recurrieron a su flota aérea, pero frente a sus masivos bombardeos (con explosivos y herbicidas) el Vietcong opuso una eficaz guerra de guerrillas que finalmente logró desmoralizar a los americanos. En cuanto se retiraron, el Vietcong ocupó el sur.[551]
Como nadie escarmienta en cabeza ajena, también los rusos tuvieron su Vietnam en la guerra de Afganistán (1978-1992).
Afganistán, en medio de Asia Central, cruce de caminos entre la India, Irán y la URSS, es un país pedregoso y escaso de infraestructuras, de extensión algo mayor que España, unas tierras que vieron pasar a Alejandro Magno, a Tamerlán y a la simpática pareja integrada por Daniel Dravot (Sean Connery) y Peachy Carnehan (Michael Caine) en la película El hombre que pudo reinar (1975).
Al afgano —paleto, gorra pakul y kalashnikov o lanzagranadas (el presumible olor a chotuno que completaría el cuadro aún no lo emite la televisión)— le gusta más un tiroteo que una remonta. Descendiente de clanes bélicos, lleva la guerra en la sangre y le parece natural invertir en munición lo que debiera emplear en champú, cartillas escolares y puré de berenjenas. A pesar de todo, sus mujeres ven la vida color de rosa, el tono dominante de las rejillas del burka.
Afganistán se independizó del Reino Unido en 1919. En 1973 un golpe de Estado derribó a la monarquía y proclamó una república filocomunista (y bastante progresista, dicho sea de paso) apadrinada por la URSS. Los americanos, atentos a atajar la influencia soviética, armaron a los fundamentalistas islámicos (yihadistas o muyahidines) que intentaban derrocar al gobierno. Cuando se enconó la lucha, los rusos enviaron a más de cien mil «consejeros militares» y numerosos tanques, helicópteros y aviones en ayuda de sus correligionarios.
Pakistán, molesto con el gobierno procomunista afgano que le disputaba comarcas fronterizas, acogió generosamente y adiestró a los entusiastas fundamentalistas islámicos que les llegaban de todos los rincones del mundo musulmán para participar en la lucha.
La resistencia que había empezado con sables y espingardas, en cuanto la financió Arabia Saudí, la armó Estados Unidos y la entrenó Pakistán, ascendió a contienda de sofisticada tecnología.[552] Los talibanes (palabra que significa «estudiantes», entiéndase memorizadores del Corán, aunque se mantengan voluntariosamente analfabetos en todo lo demás) asimilaron aplicadamente los rudimentos del avanzado cohete antiaéreo americano FIM92-Stinger, un ingenio ligero que puede disparar una persona apoyándolo sobre el hombro y que se guía con infrarrojos en busca del calorcillo de motor de cualquier cosa que vuele. Los helicópteros pesados soviéticos hasta entonces dueños del cotarro caían como moscas.[553] Después de sufrir veintiocho mil muertos y notables pérdidas de material, los soviéticos se retiraron de Afganistán, su particular «Vietnam ruso», en 1989.[554]