La guerra del 14 dejó a buena parte de Europa para el arrastre, especialmente a las clases bajas. Los gobiernos desmovilizaban a los obreros que durante cuatro años se habían embrutecido en las trincheras y muchos de ellos, en paro forzoso, no se adaptaban a la vida civil. Crecían como espuma los partidos izquierdistas, con la eficaz promoción de la Rusia soviética, que intentaba exportar su revolución y embaucaba a las masas con la idílica y embustera imagen de un Estado regido por obreros felices.[464]
Desengañadas de la democracia, las frustradas clases medias se echaron en brazos de partidos autoritarios que suprimían las libertades individuales, sometían al individuo al Estado y perseguían al disidente. Cualquier cosa con tal de sentirse a salvo de las veleidades revolucionarias del obrero.
La rápida ascensión de los partidos fascistas no hubiera sido posible sin las subvenciones de financieros e industriales que temían el crecimiento del comunismo con su secuela de huelgas y violencias.
El primer partido fascista que triunfó en Europa, y sirvió de ejemplo a los demás, fue el de Mussolini, un antiguo socialista que se apoderó del gobierno de Italia en 1922, tras una marcha sobre Roma al frente de sus milicias, los «camisas negras». Desde entonces el adjetivo «fascista» o «facha» (muy desprestigiado tras la segunda guerra mundial) se ha hecho extensivo a cualquier partido derechista o conservador.
¿Qué es el fascismo? Quizá la mejor definición de fascismo la diera el presidente americano Roosevelt: «la propiedad del Estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder privado.»[465]
Los partidos fascistas se caracterizaban por su disciplina militar, su singular apego a los símbolos y uniformes,[466] su retórica patriotera y antiliberal y por la extremada devoción a un líder carismático al que singularizaban con algún apelativo heroico (duce, Führer, jefe, caudillo, conducator, rais, etc.).
Partido fascista francés.
Partido fascista inglés.