CAPÍTULO 96

La perla del imperio (la India)

China y la India, por razones de su respectiva inmensidad, sólo habían padecido una explotación epidérmica, venial, de los portugueses, holandeses e ingleses, que establecieron puestos comerciales en su litoral desde el siglo XVI.

En 1859 los ingleses decidieron que era el momento de racionalizar el ordeño de la vaca india para aumentar su producción de leche y reducir los gastos de mantenimiento.[433] Para ello la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, titular de aquel mercado desde dos siglos atrás, transfirió sus títulos a la Corona británica, que firmó alianzas con unos mil maharajás y regentes locales de las actuales India, Pakistán y Bangladesh.

Un trato razonable: ustedes siguen viviendo como Dios en sus palacios de malaquita y sus quioscos de marfil, y siguen disfrutando de sus cazas del tigre desde el elefante, de sus cohortes de concubinas cebadas de firmes panderos y generosas mamellas, y de sus cofres de piedras preciosas y nosotros, los atareados súbditos de Su Graciosa Majestad, nos ocupamos de los ferrocarriles y las carreteras por las que evacuaremos las materias primas del subcontinente, especialmente los metales, el té de las cinco y el algodón.[434]

Este modelo de explotación indirecta se probó magistral: poco gasto (tan sólo los sobornos a la plutocracia nativa) y saneados ingresos. El trabajo de explotar y reprimir al nativo ya te lo hacen los propios maharajás. Tú sólo tienes que armarlos y organizarlos un poco, en plan consejero militar. Lo que vimos hacer a Marlon Brando en Queimada, la estupenda película de Gillo Pontecorvo (1969).

El británico civilizando a los indios.