CAPÍTULO 84

La Contrarreforma

La Iglesia tardó casi treinta años en comprender que si no aceptaba ciertos cambios se le acababa el negocio. Incluso sus propias ovejas criticaban sus abusos. Entre 1545 y 1563 se celebró en Trento (norte de Italia) una reunión de teólogos y juristas que se propuso un plan para la recatolización de Europa. Demasiado tarde: una parte importante del rebaño se había acostumbrado a otros pastores y ya no regresaría al redil romano, pero al menos se salvaron los muebles: la cristianísima Francia, la catoliquísima España, la papal Italia, la tozuda Irlanda…

Trento rehabilitó el maltrecho edificio de la Iglesia: se prohibieron las obras de los protestantes, se impulsó un catolicismo italiano y español, se renovó la vida pastoral, se catequizó, se emprendieron misiones a cargo de sacerdotes mejor preparados, especialmente jesuitas que, en adelante, serían la gran defensa de la Iglesia.

En Trento se idearon formas de propaganda todavía vigentes (y que rinden excelentes resultados): piedad popular, procesiones, veneración mariana, y culto a las reliquias y a los santuarios.

La Iglesia militante y triunfante impulsó un arte nuevo: el barroco, conceptualmente retorcido, estéticamente recargado, dramático, extremado, un arte capaz de representar plásticamente dogmas tan intrincados como la virginidad de María o el misterio de la Trinidad. La Iglesia se ganaba a los fieles a través de la emoción (esas arquitecturas imposibles, esos Cristos torturados y sangrantes, esas Dolorosas rotas, esa santa Teresa berniniana, en éxtasis sugerente…).

El arte barroco se reveló un excelente vehículo de propaganda y control ideológico. Triunfó en toda la Europa católica y sigue triunfando (el barroco cofradiero sevillano es su última y más elaborada expresión).

La Reforma protestante, por su parte, inspiró una música religiosa (Haendel, Bach…) que no tiene nada que envidiar al gregoriano o canto llano surgido de los monasterios.

El Concilio de Trento. Óleo de Pasquale Cati. En primer término la Iglesia triunfante; una matrona rolliza, tocada con tiara papal, pisa a la herejía y le desarregla el peinado.