CAPÍTULO 24

En el laberinto del Minotauro

Hemos visto que las primeras civilizaciones de la humanidad fueron fluviales, comunidades de regantes en las riberas del Nilo, del Éufrates, del Tigris, del Indo y del río Amarillo.

Siendo gente fluvial, choca que todos ellos vivieran de espaldas al mar. Quizá sus cambiantes humores les infundían pavor. El caso es que limitaban su comercio a las vías fluviales y a las caravanas.

Volvamos ahora la mirada al Mediterráneo. Frente a las costas egipcias, a un día de navegación, se encuentra Creta, en cuyas tabernas te sirven unos estupendos caracoles con salsa picante. Creta es hoy una isla montañosa y deforestada, pero hace cinco mil años estaba tapizada de densos bosques que permitieron a sus pobladores desarrollar una construcción naval sin parangón.

Los cretenses habían inventado la galera, una nave abierta impulsada a remo o por una gran vela cuadrada si sopla el viento de popa. La galera perdurará en el Mediterráneo, con escasas variantes, hasta el siglo XVII.

Creta era una talasocracia,[91] o sea, una potencia basada en el dominio del mar (como lo sería Inglaterra en el siglo XIX y lo es Estados Unidos en nuestros días). Las ciudades de Creta carecían de murallas. ¿Para qué iban a construirlas, si ninguna potencia enemiga podría atacarlas? Parece mentira que en un lugar tan pequeño, apenas mayor que la provincia de Madrid, floreciera una gran civilización, la llamada minoica o cretense, entre el –2500 y el –1400.[92]

Los avezados marinos cretenses practicaban una navegación de cabotaje: saltaban de isla en isla (en el Egeo hay más de mil) o navegaban a lo largo de las costas.[93] Al caer la noche se arrimaban al abrigo de alguna ensenada, echaban el ancla (una losa ensogada) y descendían a tierra para descansar y hacer aguada. Muy importante lo de la aguada porque los remeros sudaban a caño abierto y tenían que hidratarse bebiendo grandes cantidades de agua.

Los cretenses habitaban casas de piedra y adobe con muros estucados y patios enlosados. Vivían bien gracias al comercio marítimo: cobre, vajilla, joyas, adornos, perfumes, armas, marfil, púrpura, esclavos… Egipto era un cliente preferente (lo sabemos porque objetos manufacturados en un país abundan en yacimientos arqueológicos del otro).

Fabricaban los cretenses bellas cerámicas decoradas con pulpos y otra fauna marina (un artículo muy exportable) y figuritas femeninas de cerámica vidriada con apretados corpiños que resaltan la opulencia de las caderas en contraste con sus cinturitas de avispa y sus pechos valentones. Estas damas suelen portar serpientes enredadas en las muñecas. ¿Son sacerdotisas oficiando algún rito ofídico o es ése el perturbador atuendo que las cretenses usaban a diario? No lo sabemos.

En los «palacios» cretenses (en realidad, edificios de múltiples funciones, no necesariamente residenciales) encontramos frescos de vivos colores que parecen representar una sociedad alegre y festera. Hay incluso hábiles «forcados» capaces de agarrar al toro por los cuernos y saltar ágilmente por encima de él, evitando la embestida.

O sea, parece que los laboriosos y alegres cretenses sabían ganar el dinero y sabían gastarlo.

Los cretenses se dejaron influir por la superior cultura de los egipcios y por sus creencias en el mundo de los muertos. Se ha sugerido que los «palacios» cretenses pudieran ser, en realidad, santuarios y panteones a imitación de las necrópolis egipcias: «Los palacios de Cnosos, Pesto, Hagia Triada, Malia y Kato Zakro […] no eran las alegres residencias de gobernantes pacíficos y aficionados al arte, como sir Arthur Evans y sus sucesores pretenden. En realidad eran complejas edificaciones levantadas para el culto y la sepultura de los difuntos […] un conjunto de construcciones cuyo objeto era la veneración ritual y la conservación de miles de cadáveres de la nobleza cretense.»[94]

Plano de Cnosos, 1915.