Nos queda el valle del río Amarillo, en China, para completar nuestros cinco ríos civilizadores. El río Amarillo tiene su propio carácter. Es un río indeciso que no sabe muy bien para dónde tirar, fluye hacia el norte, luego hacia el sur, cambia de idea varias veces y finalmente parece que discurre hacia el este, manso, lento, irresoluto, arrastrando grandes cantidades de limo, mucho más que el Nilo, inundando y fertilizando tierras, alterando su propio curso con los sedimentos y dejando a un lado y a otro inmensos fangales en los que crece estupendamente el arroz.
Hacia el año –4700, los cazadores y pescadores chinos comenzaron a cultivar mijo y arroz en las márgenes del río Amarillo. Al propio tiempo domesticaron el perro, el cerdo, la oveja, el caballo y la vaca. Hacia el –1500 comerciaban con carros y fabricaban bronce y tejidos de seda. El territorio estuvo dividido entre pequeños reyezuelos hasta que lo unificó Shih Huang-Ti (–221), «el primer emperador» que reguló los regadíos, tendió carreteras y gobernó con mano firme «resonando su largo látigo», como dice un cronista. Él construyó la primera muralla china, de tierra pisada, para contener a los bárbaros del norte. Sus sucesores la reedificaron en piedra y ladrillo.
El mausoleo de Shih Huang-Ti es famoso por las casi siete mil esculturas de guerreros de terracota, a tamaño natural, que lo acompañan, cada cual con sus rasgos faciales modelados individualmente, nada de moldes. A cosa de un par de kilómetros podría estar la tumba del emperador debajo de una pirámide de tierra de 76 metros de altura (que originalmente pudo alcanzar los 115 metros).
China permanecía aislada de toda influencia exterior gracias a los desiertos y cordilleras que la rodean, pero eso no evitó que, a partir del siglo I, se estableciera una animada ruta de la seda, por la que la seda y otras manufacturas chinas de lujo (nada de «todo a cien») llegaban hasta la Roma imperial. Los chinos, menudos son, mantuvieron durante milenios el secreto de la fabricación de la seda y cuando lo perdieron se les acabó uno de los negocios más saneados que registra la historia.[83]
Zigurats, pirámides, menhires, catedrales, palacios, Valle de los Caídos… el anhelo del hombre por trascenderse y vencer a la muerte (y cuánto trabajo inútil e improductivo, ¿no?).